La Sombra del Látigo

Publicado el 01 junio 2010 por Lacoleccionistadeespejos
Benedita Gouveia Damasceno Palabras clave: Estudios étnicos, escritura y
cultura afro-nativa del Brasil
Resumen: Este artículo se basa en el libro
La Sombra del Látigo, de Benedita Damasceno; autora de origen brasileño; quién de manera puntual establece los enlaces la poética de las etnias esclavas, cualquiera que esta represente, y sus relaciones de género con el medio cultural de su país
En un país formado por una inmensa homogeneidad de costumbres y culturas, como es el Brasil, la definición de literatura étnica , es decir la escrita por miembros de las distintas etnias que conforman la nacionalidad; y más concretamente la escrita por aquellos que se desconocen a si mismos como esclavos, un proceso que muy pocos conocen; constituye toda una paradoja... no vamos a hablar aquí de escritura afro-descendiente, sino de la afro-nativa, porque solo descendemos de los árboles, o de las estructuras altas teniendo cuidado de cómo damos el siguiente paso; pues independientemente del color de piel, somos del lugar en donde nos hemos nacido y sido criados.
Precisamente por ser miembro de uno de esos grupos minoritarios, la presentación de su libro, La Sombra del Látigo, Poesía Negra Brasileña, atrajo mi atención, no por ser un trabajo de tesis, por tanto de investigación exhaustiva, sino por sus palabras clave, (para mi, anoto): Sombra, Látigo, Poesía Negra: temática que es una puesta en escena de una dimensión étnica que representa una toma de conciencia de por si impactante: las etnias afro-nativas de todos los países del mundo, tienen siempre una voz que silencia el látigo de no ser realmente tomada en serio, ello, por la minimización que suelen ejecutar los grupos hegemónicos para mantener bajo control a los llamados “grupos marginales”... Y es que dentro de todos los mundos, las visiones y las formas de pensar, una cosa es lo cultural, donde los grupos étnicos tienen una posición y, una condición únicamente limitada por su educación, y otra es la cultura de su mundo, el blues, el sentido, la cadencia por llamarlo de alguna forma es lo que siempre subsiste pese a todo lo demás; no en balde esta escrita y llevada de la memoria, del recuento genérico cuya secuencia sigue un eje que no es necesario esforzarse por comprender; puesto que se mueve en una doble dirección, como un látigo, por un lado, sin deconstruir el androcentrismo, en sí la raíz de las prácticas sociales y culturales hegemónicas, reconstruyendo por el otro la perspectiva de la palabra perdida, en muchas ocasiones la gran ausente de la cultura de Centro, Norte y Sur América, es decir la latina en general. La historia literaria mundial, canonizado los textos de los que se dice que representan valores "universales" y verdades humanas perfectas, ya saben, bien y mal, el espíritu y el alma humana siempre en pugna por el derecho a ser consideradas como tales por su sintonía con la ideología patriarcal; por tanto, los criterios que han creado el canon literario excluyen los logros de personas de otras etnias, clases u opciones sexuales distintas a la dominante; aquí obviamente el canon a seguir es el masculino, blanco, burgués, heterosexual y occidental, dominante sobre una unidad estática, cuyas características pueden variar a lo largo del tiempo, y el incremento poblacional puede generar desplazamiento, separación o transformación al sufrir el contacto con otros grupos étnicos que establecen su ideología por encima de todo lo demás. En este punto, hablamos de literatura étnica, de sobrevivencia, que es azul, azul, el único color con memoria. El único color que saber volar de una manera distinta, y el único que no cabe en una distancia porque el cielo y la vida tiene muchos azules formando sombras, que en nuestra conciencia multietnica, representan los fantasmas que nos acompañan de un lugar a otro sin que nos demos apenas cuenta; pero que si puede ser traspasado por la fuerza del látigo, un arma blanda según su definición de estado, compuesto de tres partes: un mango, que representa la dominación, la sujeción al poder, la cauda, la parte flexible cuya particularidad más razonable es su capacidad de navegar entre la sombra y piel y que bien usado puede romper piel y mente...

Etnia, Cultura e Identidad
Etnia (del griego ethnos, ‘pueblo’), como la conciencia de grupo que se diferencia de otros por compartir lazos comunes de nacionalidad, territorio, cultura, valores, raza o tradición histórica… Robert Henry Lowie...

Bajo lo que conocemos como Literatura escrita por los “grupos minoritarios”, se agrupan un conjunto de saberes, prácticas, e intereses diversos que no obstante su pluralidad: tienen una serie de características comunes: ritmo, e intención, diafonía y elección, sentimiento y confrontación, pero tal vez la más llamativa sea su negativa a constituirse en un discurso que responda a una concepción autometabólica de la crítica literaria de otros que; muy al contrario de lo convencional, son incapaces de entender que las teorías y métodos de la literatura escrita por su eje esquemático de vida, en la etnia negra nutren de la problemática siempre más amplia que se desarrolla en el nivel de la práctica social; algo así como un programa televisivo donde la percepción y la interpretación, modifican la realidad social al modificar a su vez, la representación que hacen los agentes; claro que en este caso, modificación y representación son, respectivamente, la política, visto como aquello que podemos definir y la temática, que es lo incierto de nuestra apreciación, ejes centrales de este libro, según sabemos, no tanto por la forma en que esta integrada al ideario de su población sino por la forma en que se ha integrado dentro de la sociedad en general, que rechaza un pasado cuya piel es más oscura de lo que quieren o, desean aceptar.

Toda literatura es un campo de guerra.
Un cementerio de tumbas blancas cuyos pasillos son todos iguales, pero en la que existe algún detalle que lucha por sobrellevar aquello que dice su morador, pero que sus dolientes, siempre incomprensivos a los deseos ajenos, no respetan y no es fácil para nadie: no hay una voz más profunda que la poesía que nace de los sentidos de la piel. Densa, lacónico, triste despertar de la vida… Si los escritores anglo-norteamericanos, los que decimos precursores de lo que ellos llaman merting pot , nacidos en Estados Unidos donde el blanco y el negro tienen otro significado, tuvieron que esperar su turno en el primer siglo de la historia norteamericana, los escritores multiculturales que nacieron a su sombra, como esclavos y ciudadanos de tercer orden, no corrieron con mejor suerte: Frederick Douglass, a quien se lo ensalza ahora por sus memorias Narrative of the Life of An American Slave y Anna Julia Cooper, Pauline Hopkins y Charles Chesnutt, ademas de ser las primeras escritoras, otros, afro-nativas aparecidas a fines del siglo XIX que, tuvieron historias para relatar dentro de un círculo limitado de lectores, no tenían perfil alguno que las hiciera verse diferentes a los demás, y su lucha fue enmarcada dentro de lo que otros tenían que decir con respecto a lo que no habían vivido... Pero gradualmente, a principios del siglo XX, novelistas como William Dean Howells, director de la prestigiosa revista Atlantic Monthly, individuos esclarecidos con respecto al papel de los escritores étnicos, abrieron las puertas a los primeros precursores de esta rama de la literatura no convencional, alentando escritores como Chesnutt, Abraham Cahan (inmigrante judío de Europa Oriental) y al poeta negro Paul Lawrence Dunbar a practicar su arte, como lo que era: estilo propio de decir las cosas. Ahí comenzó el cambió o, más bien la integración de las etnias a la literatura norteamericana . En dos de sus últimas novelas, A Hazard of New Fortunes y An Imperative Duty, Howells utilizó asimismo personajes étnicos, razonablemente convincentes, que hablaban en dialecto bastante más claro de un mundo desconocido para los de afuera, pero que reconocían como cierto, y bueno para sus intereses.
¿Cómo definimos los escritos multiculturales, o multiétnicos?

Al principio se explicaba la etnicidad en términos de color: "rojo", "negro" y "blanco". Al avanzar el siglo XIX, y al intensificarse el debate nacional sobre la esclavitud, los ciudadanos estrecharon el enfoque a "negro" y "blanco", pero sin establecer la misma condición para la literatura que escriben autores afro-nativos, o nativos indígenas que invariablemente lo hacen desde papeles estereotipados por otros, pero eficaces en la estrategia del acercamiento a la palabra. No fue sino con la aparición de grupos como los elegantes hombres negros, de habla francesa conocidos como Les Cenelles, cuya poesía discutía las complejidades de un patrimonio mixto, que surgió una voz étnica realmente característica; que las costumbres del afinamiento, es decir, ser afro-nativo que la palabra del escritor esclavizado por su origen étnico, comenzó a tener valor. A fines del siglo XIX, el escritor George Washington Cable, empezó a pronunciarse en contra de la continua opresión de la gente negra, mediante su novela, The Grandissimes, un relato heroico sobre la esclavitud, cuyo telón de fondo es el mundo acaudalado creole del estado de Louisiana. Después de él, gradualmente, surgieron otros escritos multiculturales, como los del indio cherokee John Rollin Ridge, o Yellow Bird, que en 1854 escribió una novela conmovedora, no acerca de los cherokees, sino sobre un legendario bandido mexicano que había cometido robos en California al estilo de un Robin Hood... a partir de ese evento, mayormente en el siglo XX, las ricas tradiciones orales de los indígenas norteamericanos y los afronorteamericanos —que incluían cuentos, cánticos, canciones de trabajo, relatos sobre la creación, leyendas de embusteros y poesías—; fueron utilizadas primero por académicos angloamericanos y más tarde por intelectuales de los mismos grupos multiculturales, como material de difusión de una obra cada vez más creciente.
Finalmente, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la literatura multicultural logró obtener un círculo de lectores a través de los periódicos y las revistas; tomando la forma, mayormente, de columnas de periódicos; recurso muy utilizado por periodistas como Finley Peter Dunne, quién creó el personaje de un tabernero, Mr. Dooley, irlandésnorteamericano, de paso parlanchín, debatiendo asuntos locales, nacionales e internacionales con un público que sólo consistía en una persona, un parroquiano llamado Mr. Hennessey. Con exactitud, no se sabe el momento en que en la ciudad de Nueva York los inmigrantes judíos comenzaron a leer religiosamente la columna "Bintel Brief" un periódico en yiddish Cahan’s Forward, que consistía en cartas de recién llegados en busca de consejos y ayuda, y de respuestas ofrecidas por un redactor anónimo, quién tenía un amplio círculo de lectores. Siguiendo esa línea, en Oklahoma, Alexander Posey, indígena creek, creó columnas periodísticas cómicas con Fus Fixico y su compinche Hotgun.
En las primeras décadas del siglo antepasado, Mary Antin y Anzia Yezierska, fueron los ejemplos de literatura formal entre los grupos étnicos; promoviendo la literatura judíonorteamericana con sus novelas y memorias; sin embargo, no pudieron superar, Their Eyes Were Watching God, de Zora Neale Hurston, que junto a otras obras de escritores del renacimiento de Harlem Renaissance, en la década de 1930, tuvieron un efecto limitado. Native Son, de Richard Wright, que trata de un joven negro de Chicago, una selección del popular Book-of-the-Month Club, la primera novela de un escritor negro, así seleccionada, fue un éxito inmediato en 1940. Sin embargo, , particularmente la escrita por mujeres, solamente pasó al primer plano en las décadas posteriores; básicamente porque durante las décadas de 1940 y 1950, dominada por Wright, Ralph Ellison y James Baldwin (si bien las novelas de misterio de Chester Himes tenían su público), predominó la novela de "protesta" en la literatura afronorteamericana. Luego vino la época de la postguerra, y desde luego que con la llegada del movimiento de los derechos civiles en los años sesenta, el activismo político chicano y la migración procedente de Latinoamérica y Asia, hizo enteramente natural el aumento de la población multicultural estadounidense; produciendo de paso un acervo de obras escritas que comenzaron a notarse con mayor claridad, con ojo nuevos; probablemente porque a finales de los sesenta un estudiante en una universidad representativa tuviera oportunidad de familiarizarse con uno o dos escritores, en su curso general de literatura; aunque si bien la interrogante era ¿cómo llegaban estos trabajos a formar parte de la literatura universal?, el estudio mismo de la literatura multicultural tomó forma gradualmente durante las tres últimas décadas… Como siempre, ello tenía que ver más con la industria editora, con lo que ésta publicaba que con racismo o elitismo, pues la tarea más difícil para la comunidad académica era demostrar con éxito la importancia de la literatura étnica en los programas de estudio. La segunda era convencer a las casas editoras de los méritos de este acervo de obras, Alice Walker, autora de El color púrpura y muchos otros libros, recuerda haber leído, en un curso de estudios superiores para graduados, una versión en fotocopia de la memorable novela de Hurston y preguntarse por qué nunca había oído hablar de este autor y, todavía más, por qué no había sido impresa en ninguna parte. De ahí se partió que para producir efecto las obras multiculturales tenían que lograr éxito en dos campos: las aulas universitarias; el lugar mejor, por ser donde se capacitan los profesores y donde futuros eruditos se inmersan en su materia y toman decisiones sobre sus carreras de estudio con base en esa investigación; y las organizaciones nacionales, tales como los mismos lectores, o grupos particulares que patrocinaban conferencias anuales con miles de participantes y abundantes disertaciones de especialistas, que tenían tanta influencia en académicos en ciernes, así como en venerables autoridades en la materia; adhesión al canon que matizaba gente como Hawthorne, Fitzgerald, Faulkner y Hemingway y de unos pocos escritores judíos contemporáneos como Phlip Roth y Saul Bellow; quién en una reunión anual un grupo de especialistas jóvenes insistió, inútilmente, en que se dedicara una sesión de un grupo de discusión a la literatura multicultural; al ser rechazados se reunieron en el pasillo de un hotel para celebrar una discusión improvisada sobre literatura afronorteamericana. De esta conversación espontánea surgió la Sociedad para el Estudio de la Literatura Multiétnica de Estados Unidos, MELUS, quien tiene capítulos en varios países (En Latino y Centro América no) y planes de establecer más en otros países, celebra dos reuniones anuales en la conferencia de la MLA, y publica una revista que ha dado a conocer a los estudiosos muchos escritores nuevos de diversos orígenes (uno de los componentes más importantes para su estudio es la preparación de una o más antologías); ejemplos representativos que tomados en conjunto forman la base de un curso dedicado al estudio de literatura étnica, en las que estén bien representados autores multiculturales, así como disciplinas individuales; cuya misión principal es identificar, coleccionar y traducir nuevamente literatura de muchas culturas y de todos los períodos. La reciente antología de Werner Sollors, Multilingual America; Transnationalism, Ethnicity and the Languages of American Literature, da una idea de la tarea que se realiza en el Longfellow; y de lo que quieren hacer; pues no hay duda de que estos hechos que amplían la influencia de la literatura multicultural en paralelo con su creación misma por una miríada de narradores en ese campo, que no carecen de una cierta medida de controversia y debate, lo cual los hace mejorar cada vez el enfoque intimidante de una asignatura que no se ha explorado a fondo. Con todo, hoy día, generalmente nuestros países latinos no reconocen que parte de su mejor literatura contemporánea es multicultural en origen, narrativa, ideas y perspectiva y que los planteamientos sobre la familia, la identidad, la búsqueda de la propia expresión y la comunidad, que hacen los miembros de otros grupos étnicos y raciales en la novela y fuera de ella, se refieren a todos a un mismo punto: nosotros.
La Sombra del Látigo…
La literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra. Por extensión, se refiere también al conjunto de producciones creadas de una nación, de una época o de un género, ejemplo de ello: la literatura griega, la literatura del siglo XIX, que contiene o mantiene una relación con el conjunto de obras que versan sobre un arte o una, que se define por su literalidad; es decir, su forma de expresarse frente, o en los demás.
En la búsqueda de una definición precisa de los conceptos literatura y literario, surgió la disciplina de la Teoría de la Literatura, que empieza por delimitar su objeto de estudio; la literatura étnica. Recordemos que a comienzos del siglo XX, el formalismo ruso se interesó por el fenómeno literario, e indaga sobre los rasgos que definen y caracterizan los textos literarios, recalcando su fuerza sobre la literaturidad de la obra, fue entonces que Roman Jakobson planteó que la literatura, entendida como mensaje literario escrito por voces no hegemónicas, tiene particularidades en la forma que la hacen diferente a otros discursos… de ese especial interés por la forma es lo que Jakobson llama función poética, el libro de Benedita está lleno; en él la atención del emisor recae sobre la forma del mensaje (o, lo que es lo mismo, en lo que existe por parte del emisor: una voluntad de estilo y creación única), descubriendo que en determinadas producciones la función escrita no es únicamente proporcionar placer, sino un alzamiento tendiente a despertar la revolución en el pensamiento imperante, combinando recurrencias (repeticiones) y desvíos de la norma para alejarse de la lengua estándar, causar extrañeza, renovarse, impresionar la imaginación y la memoria y llamar la atención sobre su forma expresiva, que esta diciendo mucho más de lo que hay simple vista, haciéndolo destinado a la perdurabilidad, muy diferente de la lengua de uso común, que la hace destinada a su consumo inmediato diferenciándolas del habla y de los textos no literarios, en el sentido de que los textos literario–poéticos son un conjunto estructurado de frases portadoras de un conjunto estructurado de significados, donde los significados se refieren a realidades independientes del que habla, creándose así una objetividad y unidad propia.

Dividido en dos hábeas; el eje de trabajo de Benedita Gouvela Damasceno, demuestra lo popular y lo tradicional a un mismo tiempo: Si se considera su extensión y su contenido, cualquier lector abarca la obra de todos los tiempos y lugares; haciendo que al no limitarse a las obras literarias de una nación en particular, se transforme en Literatura Nacional; de las que generalmente escritas por un autor individual, por tener conciencia de su condición suele firmar su obra, formando así parte de la literatura culta, aunque lo más llamativo sean las producciones anónimas, fruto de la colectividad y de transmisión oral, en ocasiones recogidas posteriormente, que conforman el corpus de la literatura popular o tradicional que, según el objeto, en este caso la voz poética de la literatura negra brasileña, la hará preceptiva, en busca normas y principios generales; histórico–crítica, en tanto que si el enfoque de su estudio es genealógico; comparada, si se atiende simultáneamente al examen de obras de diferentes autores, épocas, temáticas o contextos históricos, geográficos y culturales; comprometida, si adopta posiciones militantes frente a la sociedad o el estado; pura, si sólo se propone como un objeto estético; ancilar, si su finalidad no es el placer estético sino que está al servicio de intereses extraliterarios; demuestra que como escritura, o como texto, en el fondo de la lectura se está produciendo un desplazamiento de la lengua, en la cual surten efecto tres potencias: Mathesis, Mímesis, Semiosis, suma de saberes, en la que cada saber tiene un lugar indirecto que hace posible un diálogo con su tiempo. Por otra parte, el saber que moviliza la lectura no es completo ni final: sólo dice que sabe de algo más de la gran argamasa del lenguaje, donde se reproduce la diversidad de sociolectos constituyendo un lenguaje límite, o de grado cero, logrando una reflexibilidad infinita, un actuar de signos... propuestas todas estas que, hacen de la lectura escogida, una proposición que depende de la perspectiva desde la que se enfoque; aquí es importante resaltar que el fenómeno literario étnico ha estado siempre en constante evolución y transformación, de tal modo que el criterio de pertenencia o no de una obra a la literatura puede variar a lo largo de la historia, al variar el concepto de “arte literario”.
De mi parte, muy obrigada…
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Benedita Gouveia Damasceno, Minas Gerais, región aurífera del interior de Brasil, que recibió gran numero de mano de obra esclava. Es licenciada en Lengua Portuguesa y Literatura de la Lengua Portuguesa. Es maestra en Literatura por la Universidad de Brasilia. Actualmente vive en Guatemala donde es agregada Cultural de la Embajada de Brasil.


L.C.E.
San José, 28 de mayo 2010