Con la foto entre sus manos miraba aquella sonrisa que siendo aún una niña la enamoró. Habían pasado ya más de sesenta años y sus sentimientos hacia él no habían cambiado, seguía siendo su príncipe azul, aquel príncipe que alguna vez leyó en algún cuento de su infancia. Pero el príncipe ya no podía librar batallas, estaba postrado en la cama de un hospital esperando que la vieja y fría muerte fuese a visitarle.Ella estaba en casa intentado hacer las labores del hogar, aunque ya casi no podía valerse por sí misma. Pronto llegaría su hijo para llevarle junto a su amado esposo. Quería pasar el mayor tiempo posible a su lado antes de la fatídica suerte.Aun no eran las diez de la mañana y ya estaba allí, saludando a todas y cada una de las personas que trabajaban allí, como había hecho tantas veces; ya no recordaba cuanto tiempo llevaba su marido en aquel hospital.Al entrar en la habitación sintió que algo no iba bien, no sabía decir que era, pero lo notaba.Se acercó a él, agarró su mano firmemente y se agachó, pese a su dolor de espalda, para darle un beso en la frente como hacia todos los días.El marido le miró fijamente a los ojos –te estaba esperando –le dijo intentando alzarse; su débil cuerpo cayo inerte contra el colchón; sin vida.El día del funeral ella contó a sus familiares y amigos que antes de morir pudo ver en su rostro aquella sonrisa que la enamoró siendo aún una niña.