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La Tele

Publicado el 16 febrero 2012 por Gfueyo @gfueyo
Chocolates Turín, ricos de principio a fin. Pocos leen esa frase sin cantarla. Recuerdos de la infancia o juventud del lector. Complemento educacional creado por los publicistas de entonces. ¿Quién no recuerda los anuncios de Ford con el fondo musical de Carmina Burana? O los recientemente retomados anuncios de Vitacilina, aunque nadie tuviera una ni en la casa ni la oficina.
Todos los ahora adultos nos vemos unos a otros con miradas cómplices y a veces pícaras cuando alguno menciona una gelatina Pronto e inevitablemente cantamos en mentalmente o voz alta, pero con cierto rubor en las mejillas: “cuaja solita, fuera del…”. Más adelante teníamos a Fabuloso que se utilizó novedosamente un adjetivo para dejar claro que el piso brillaba y rimaba con su marca. Todos sabemos que usar una Manchester es casi como un volado, no sabemos si nos sentíamos a gusto antes o después de usarla. Algunos recordarán las Valkirias de Iusacell o sus voladores de Papantla, pero todo recuerdan la melodía (que ni es melodía, sólo 6 notas bien acomodadas). Y por supuesto que todos sabemos o deberíamos saber a dónde estamos llamando si le contestan Oink Oink. Yo crecí y me embrutecí viendo televisión, como casi todos los niños de mi generación. Una televisión que tenía un horario – a las seis de la mañana y a la medianoche se tocaba el himno nacional para abrir y cerrar la transmisión – y cuyos programas estaban dirigidos a un público específico según el horario. Triste era enfermarse y sólo tener que ver programas como el club del hogar o a quien corresponda, esperando ansiosamente las 2 de la tarde a que empezara la barra de niños en el canal 5 con el olvidable Rogelio Moreno (sí, donde nos veamos…). Hoy podría yo ser niño otra vez y ni siquiera saber quiénes o cuáles son los programas que hay en la televisión abierta. Puedo poner un canal – o varios si tengo tv de paga – y embrutecerme viendo cartoons o dibujos animados, a los que yo llamo, con mi inocencia vetusta, caricaturas. Lo que me lleva a golpear el teclado hoy es la falta de regulación – autorregulación – de los contenidos en televisión abierta o de paga. Y no me refiero a una Santa Inquisición televisiva o a contenidos pre-aprobados por el Estado como si estuviéramos en los 70 u 80 o en algún país del bloque oriental. Los anuncios que recuerdan mis hijos y los tuyos si los tienes, son a Lolita Ayala dando consejos de salud, recomendando automedicarte y autodiagnosticarte. Si bien es cierto que se refiere a supuestas enfermedades, el mensaje es claro: ella te da los síntomas y tú diagnosticas. También ven a Adela Micha y a otros personajes hablando de enfermedades y los remedios mágicos que comercializan. Si no recuerdan esos, recordarán la operación de várices o de hemorroides o tal vez la nariz de Pepe y la novedosa invitación que ahora hacen para entrar a YouTube y ver esos videos explícitos. Es preocupante que esta publicidad se transmite a cualquier hora y por cualquier canal. Puedes estar viendo Chabelo y seguramente te encontrarás con las hemorroides de los gemelos. Puedes ver iCarly y en un corte podrás apreciar la operación de várices. Mientras escribo recuerdo otra pauta, nueva, de un productito llamado English Lady… Denigra a las mujeres al tratar de denigrar a los hombres. No es chistoso ni tiene otro contenido excepto que las mujeres actúan como lo hacen los hombres a quienes siempre criticamos. Penoso. Lo más curioso es que nadie hace nada y parece normal. Tenemos precandidatos, ungidos, presidentes y gobernadores preocupados por sus cotos de poder y ciertas empresas aprovechan, con la bendición de quien debería revisar esto, para inescrupulosamente llenar de mierda la televisión. Que ya estaba bien llena, sin necesidad de además ver vísceras a cualquier hora. Y nos preguntamos por qué 50,000 o más muertos ya no nos impresionan…

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