Era entrada la primavera y a lo lejos divisó un paisaje que guardaba de manera muy especial en su álma de niño. La belleza y las tonalidades que le acompañaban hicieron que la emoción le invadiera por uno instantes y una lágrima furtiva resbaló por su mejilla curtida por el páso de los años.
Siempre habia sido un sentimental sin remedio. De su padre habia aprendido a amar la tierra hasta penetrar en sus entrañas y sentir sus latidos, porque si, la tierra tiene vida propia.
Un tordo pasó por encima de su cabeza y fue a posarse en una rama comenzando una sinfonia de particular belleza llevándole al éxtasis más arrebatador.