Revista Literatura
Y regresé al cielo después de un largo destierro, tras demostrar, en baterías de test, que la terapia me había reconducido. Estaba limpia. Adán me recibió en la puerta del ascensor. Nos abrazamos. Quise creer que todo volvía al punto paradisíaco en que tuvimos que dejarlo. Me llevó en brazos hasta nuestro lecho. Le desnudé, me desnudó, jugamos con hojas de parra y el champán y las fresas propiciaron el resto…A la mañana siguiente, me despertó la sirena de infracciones. Aturdida, no pude explicar a los guardias dónde se encontraba Adán, ni qué hacía esa manzana mordisqueada debajo de la cama.
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