A lo largo de los últimos meses los medios no han dejado de repetir, en boca de unos u otros líderes del partido dominante, que la economía va mejorando, que crecemos más que la media y estamos siendo, por así decirlo, uno de los principales "motores" de Europa.
Lo cierto es que mientras escucho estos cantos de alabanza: -. miro mi nómina y ha menguado significativamente, a pesar de trabajar muchas más horas, andar descubierto por una mayor precariedad contractual y ser mi posible despido un juego de niños, respecto de lo que pudo ser...
-. analizo lo que pago al fisco, lo que éste me sustrae ya que no es cuestión ni amigable ni voluntariosa, y ha crecido significativamente...
Por tales motivos no puedo dejar de preguntarme: ¿Adónde están las razones que justifican el triunfalismo exhibido por estos señores?... ¿Como narices no va a ir mejor la hucha común si todos, pero rompiendo a martillazos el cerdito de la propia, hemos contribuido a llenarla?...
Me invade la perplejidad, perplejidad salpicada de rabia, cuando compruebo que mientras escucho sus manifestaciones de euforia nos estamos hundiendo cada vez más en el fango... Y puede que -en definitiva- lo único que hiciesen bien no fuera otra cosa que el repartir la miseria, aunque repartirla únicamente entre las clases trabajadoras, puesto que los bancos y las grandes empresas no estaban situados, haciendo esta cola.
Vamos tan bien que en unos días mi hija, una joven enfermera de la última promoción, se marchará a hacer "turismo laboral" a Alemania... Será una más de entre los centenares de miles de jóvenes a los que nuestros gobernantes han "pagado" un viaje de ida hacia el exilio económico, una aventura de la que sólo Dios sabe como y cuando regresarán.
Pocas cosas deben ser tan tristes como ver que por necesidad un hijo se aleja del nido familiar, de sus amigos, de la tribu que dió forma a su estilo de vida, así como de las ubres que perfilaron su cultura, costumbres y tradiciones.
Pocas tragedias como la de ver que un país echa a perder su última camada...