Esta mañana se clausuró la 23ª edición de Semana Negra. Como bien señaló el alma mater de este festival, ‘no me lo puedo creer’. Efectivamente, una actividad, que lleva casi un cuarto de siglo funcionando, de entrada, será por algo. Buenos somos los españoles, particularmente los playú, para que vengan tocándonos los cojines. Realmente soplan vientos desfavorables, pero a pesar de eso, este macro festival seudo festivo-literario continúa impertérrito con más fuerza y energía que nunca. Cada edición es mayor el número de autores, periodistas, ilustradores, y libreros que acuden. Luego volveré a este punto. Me centro.
Ésta fue la última clausura que el semanero mayor del Principado ejerce de telonero, y cierra ‘la Semana’. Así es. Quién es uno de los principales validos de este proyecto, primero como alcalde de la antigua Gigia y después como Presidente del Principado, ya no volverá a presidir una clausura de la Semana Negra. Tampoco la inaugurará. Pero estará. Lo ha prometido públicamente. Lo cumplirá. Tiene la obligación de estar. Como dijo el ‘asturmexicano’ PIT II, ‘sin su compromiso, ¿en dónde estaríamos?’. Por eso es importante, reflexionar al respecto. Sacar conclusiones y ejecutarlas. Es sano para la salud.
La amistad con los Taibo es una cosa, pero su compromiso con Asturias, con la Semana Negra y, particularmente, con su ‘Gijón del alma’ está más que probado. No entraré en dimes y diretes políticos, ni sociales, ni económicos. Tampoco en diatribas mediocres e ignorantes. Eso se llama propaganda trasnochada. Insisto: un evento de las características de éste es imposible que se afiance como está afianzado el nuestro, si no recibe todos los apoyos posibles desde la estratosfera del poder. ¿Qué las cosas podrían hacerse de otra manera? Por supuesto. ¿Qué se podía diversificar y estructurar las actividades de otra forma? Nadie lo discute. ¿Qué se podrían modificar fechas y contenidos? Cierto es. Pero también es verdad, que se podría correr riesgos innecesarios.
‘Algo tendrá el agua cuando la bendicen’. De lo contrario algo no encaja. Falta una pieza en el puzzle. Si no fuera así, ¿alguna mente preclara puede explicar, entonces, por qué periódicos de todo el mundo le han dedicado columnas, desde el Nueva Prensa de Guayana hasta Le Monde, en Francia, y el Washington Post, en EEUU? ¿Qué coño hacían (con perdón), por tanto, en Gijón durante diez días los más de 153 autores procedentes de 14 países diferentes? ¿y los más de 200 periodistas acreditados?217 actos organizados, 35.000 libros vendidos y un público aproximado de 845.000 personas No es necesario seguir dando cifras. Ellas hablan por sí solas… Y todo esto siendo conscientes de que un sector de la sociedad ‘le tiene muchas ganas’. Como diría el propio Taibo, eso son ‘los que no leen’.
Regresando al meollo de la cuestión. Hoy fue la clausura, La última clausura. Pero a la vez se dio el pistoletazo de salida a la siguiente edición. ‘es un tren que no para’. Como muestra de ello, el mismo ha asegurado que ya están empezando a llegar las ideas… Cierto es que la Semana y los semaneros tendremos que ajustaron a los aires que soplen. No me cabe ninguna duda. Seguirán siendo aires de progreso, libertad y modernidad. Igual que soplaron estos últimos doce años. En esta Asturias verde, que destila olor a literatura subversiva, no caben los aires rancios de quiénes no leen. Los que están divididos antes tienen que centrarse y corregirse. Y después, ya hablaremos…De los nidos, mejor olvidarnos.
La Semana Negra, y los próceres de turno, siempre tendrán un vigía aquí, y dos allá. Me refiero al actual Presidente del Principado, que lo han calificado como “pieza fundamental del engranaje del festival”. Y allá en dónde se encuentren, seguro que Paco Ignacio Taibo I y Justo Vasco vigilarán que todo se desarrolle según lo previsto.
La Semana Negra es un campamento de escritores, en el que nadie se siente extraño y, sobre todo, un lugar de encuentro en el que la literatura se hace carne y habita entre nosotros. Los encuentros directos y sin intermediarios entre autores y lectores sólo son posibles en Gijón. Era reconfortable pasear estos días por el recinto semanero y observar, en medio de la algarabia de los chiringuitos con olor a pulpo, libro o gofre, cómo los autores podían departir libremente con sus lectores, intercambiando opiniones, crítica, referencia. Se respiraba literatura. Quizás el propio Taibo añadiría: ‘subversiva’. Me da igual. Sea como fuera, el caso es que la Semana Negra es un espacio de debate y de reflexión. Un método para acercar el libro y los escritores al público. Porque el público, sí lee, si reflexiona, si tiene una postura crítica.
Se bajó el telón. Cada mochuelo volverá a su olivo. Pero la fontanería ya empezó a trabajar. Estamos de nuevo con la cuenta atrás. La vigésima cuarta edición ya se acerca. Y detrás, en silencio y sin aspavientos, el vigésimo quinto cumpleaños. Tendremos que preparar una tarta muy grande. Entre todos nos la comeremos. Los que no leen también. Los convenceremos.