Revista Literatura

La última cuota, la última pócima o el caramelo al fondo del cajón.

Publicado el 15 marzo 2015 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Arte: Christian Raffin

“Te recuerdo como eras en el último otoño.

Eras la boina gris y el corazón en calma.

En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.

Y las hojas caían en el agua de tu alma.”

Pablo Neruda

He caído en la cuenta de que ya no seré una escritora famosa hundiendo cigarrillos a medio fumar en un cenicero al lado de la máquina de escribir. Ni siquiera seré una de esas nuevas escritoras zen,  las que toman una taza de té verde o banchá entre párrafo y versos.

Seré una relatora de sucesos, con algún que otro testigo de mis recuerdos formateados. Relatora del recuerdo que tengo de vos. Nada más ni nada menos. Es que acaso el resto importa?

He descubierto que he dejado de fumar, casi en la misma época en la que dejé de querer suicidarme.

Es mentira que uno busca a la muerte, ella nos busca a nosotros,  juega, da unas vuelteretas, a veces cae de improviso, y otras, cuando uno la masculla como una idea que sabe a dulce; esas otras veces, en las que creemos que es como un caramelo en el fondo del cajón, nos hace creer que es nuestra la idea, cuando en realidad no es así.

De todas maneras la ignoré, ella se aburrió de mí y me dejó un par de décadas un poco tranquila.

De la misma forma ignoré las palabras que formaban las nubes de humo de tabaco sobre mi cabeza, ya no me decían nada, y la verdad es que siempre detesté el humo del cigarrillo. Qué vicio más estúpido!

Es otra forma de sobre vivencia?  Digo, esto de cuidarse. Sigo en el camino y en forma. Supero kilómetros a diario mientras mis zapatillas golpean el concreto y mis neuronas vuelan libres de esfuerzo. Mi corazón hace tic tac tuc de manera tan armoniosa que un electro no encuentra nada dispar en sus sonidos.

Mientras chupaba mi propio dedo y mi mirada se perdía en el fondo del patio, me pregunté por qué querer vivir tanto? Para qué? Acaso no se cansa uno de estar yendo y viniendo, experimentando, escuchando, haciendo catársis, tolerando los propios vaivenes del cuerpo y la mente? Al final he descubierto una razón para mis cuidados personales. Amor propio? Autoestima? Aparentar menos edad?  Esperar a juntar dinero para dar la vuelta al mundo? Empezar a hacer de una vez por todas las cosas que están en la lista?

Tal vez, aunque tengo otra estúpida teoría, avalada por mi pobre sentido común. Dice algo así como que  luego de esta vida ya no te encontraré. Y si he de encontrarte no lograré recordarte como lo hago ahora.  Entonces de qué me sirve morir hoy, si conmigo morirá todo lo que sé de vos?

Tu recuerdo es más dulce que el caramelo que encontré al fondo del cajón. De pronto se me hace que es como una pócima de aire,  que vendría a ser algo así como la  última cuota que me queda por respirar de aquí al final de mi eternidad.

Que seas como una pócima, o como el último caramelo es muy poco,  lo sé. No quiero menospreciarte, pero para mucho están los años que me quedan por seguir saboreándote.

“Te recuerdo como eras en el último otoño.

Eras la boina gris y el corazón en calma.

En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.

Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,

las hojas recogían tu voz lenta y en calma.

Hoguera de estupor en que mi sed ardía.

Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

 

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:

boina gris, voz de pájaro y corazón de casa

hacia donde emigraban mis profundos anhelos

y caían mis besos alegres como brasas.

 

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.

Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!

Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.

Hojas secas de otoño giraban en tu alma.”

 

Pablo Neruda – 20 poemas de amor y una canción desesperada – Poema 6


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