Revista Talentos

La verdad

Publicado el 11 agosto 2015 por Isabel Topham
Me hace mucha gracia cómo gente que no tiene ni puta idea de nada, se atreva a opinar por lo que haya sentido un amigo suyo. Hace un par de años me enamoré hasta la médula de uno de los chicos más populares del instituto como para que se fijase en mí. Sin embargo, lo hizo. En cambio, yo por ser extremadamente callada me limité a negar lo evidente. No sabía cómo explicarlo, la verdad. No sé, me dio a entender que era alguien con quien merecía la pena intentar tener una bonita y agradable relación. Que no era uno más del montón, que te dice "te quiero" pero en realidad se está refiriendo al "quiero follarte" y sólo serás un revolcón más de su vida. Y, la verdad, no es muy agradable pensar que alguien que te vuelve loco (literalmente) y te llegue a "confesar" lo que sientes te haga creer que no eres nada para él.
¿De verdad queréis saber lo que sentí cuando cerré la conversación que se abrió por un malentendido, supongo? Allá va. No sin antes destacar que ha sido la única persona por quien perdía la calma y a la vez los nervios, quien al ver me hacía sentirme insegura de mí misma y segura al mismo tiempo. Quien me ha hecho sonreír tontamente, y por quien "muero" a cada segundo. En quien podía haber estado pensando de manera inconsciente, hasta el punto de "estar" loca y, experimentar los límites de la esquizofrenia. No sé, son demasiados motivos por los que, ahora mismo, no sé si le quiero o le odio. Y no estoy bromeando. Le quiero, sí. Pero, a su vez, siento odio o impotencia por todo lo que pasó.
Al igual que puedo entender que me rechace, pero nunca que alguien tenga el valor de reírse de los sentimientos de nadie. Y menos aún, si esa persona le pasa lo mismo contigo. Para colmos, tengo que ir aguantando cada vez que me topo con alguno de sus amigos, sus sucias miradas como diciéndome a gritos "QUIÉN, COÑO, TE CREES PARA HACERLE DAÑO ASÍ" sin tener ni siquiera una ligera idea de todo lo que pasó. A saber qué mentiras habrá ido contando por ahí sobre mí, y lo peor de todo es que los demás se lo han creído como tontos. La verdad, no sé quién de todos ellos me dan más pena si tú por tener que hacerte la víctima y contar mentiras para que te crean, o ellos por creerte y, además, de haber sido también compañeros míos en algún momento de sus vidas sin ni siquiera dudar en si podía hacer algo así. Y tú, me intentas hacer creer que en tu vida has sentido absolutamente nada por mí y yo por imbécil te intento creer, pero te aseguro que no me entra en la cabeza. Porque, lo sé. Sé que, al igual que yo, te mueres de ganas por estar conmigo. Y sólo necesitabas una excusa para dejar de hablarme y, bueno, aquel día, fue tu motivo. Que, ¿por qué lo sé? A alguien que no le importas, no va a ir comportándose de esa manera, simplemente va a pasar de ti. A alguien que no te quiere, no puede decir que le has hecho daño. Porque, ni lo que dices ni lo que haces le es importante. Ni tú.
De hecho, has sido el motivo por el que yo empecé a escribir y la única persona que me ha dicho que no tengo valía para ello. Tras meses antes de decirme todo lo contrario, que le encanta mi forma de escribir y de ser. No porque me halagues por lo que hago, me vas a enamorar. Y de ti, te aseguro que ya lo estaba. Espero, al menos, que sepas diferenciar amor y deseo porque ni muchísimo menos es lo mismo. Aunque, el deseo se encuentre implícito en el amor nadie se podría enamorar de un polvo. Al igual que, alguien que se supone que le importas en un mal día que tienes no te va a acribillar a insultos y malas palabras hasta dejarte más en la miseria en la que ya te encuentres, de la misma forma en que lo hiciste tú conmigo. Ni tampoco va a anteponer su deseo sexual a tu estado de ánimos. Me enamoré de alguien que me hizo llorar como nunca antes había llorado por nadie, e incluso se me cerró el estómago del mucho dolor que sentía en ese mismo momento, y siendo la hora de comer. Que, de las inmensas ganas que tenía de llorar, en cuanto me tiré a la cama, me quedé dormida. Y a día de hoy lo recuerdo como el peor día de mi vida. Pero, sí. Yo tuve la culpa de que las cosas sucedieran como sucedieron.
Esto, que quede claro no lo escribo para dejar constancia de que la culpa fue totalmente suya y no mía, como bien ha hecho él conmigo. Ni para ir juzgando a la otra persona por lo que te han contado, que para juzgar por muy amigo que sea tuyo, habrá que conocer ambas partes. No digo que yo tengo razón, o que la deje de tener, simplemente, si me vas a juzgar empieza por conocer mi historia. Por cierto, en mi vida he querido hacerle daño; es más, mi intención era que fuese la persona más feliz del mundo pero, vaya, hay veces, que las cosas no salen como uno mismo planea y, que sí no conté nada de lo que acabas de leer era por el simple hecho de que confiaba en que se diese cuenta por sí mismo y no se lo tuviese yo que contar.
Carta a un amor vencido.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Isabel Topham ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Sus últimos artículos

Revista