La verdad es que no importa,
ni me importa,
cuando leas esta misiva y estas letras
porque sé que en algún momento lo harás,
aunque puede que sea en aquel rato
en que te acuerdes de abrir la ventana
y ver que allí hay algo que te espera.
Es posible que busques el sol y la brisa
en medio de una mañana calurosa,
es posible también que trates de encontrar
el canto del ave en el árbol cercano
y también una nube misteriosa que no existe
y que tú formas allí,
por encima de los tejados,
casi, casi como si fuera una esperanza
que aliviara tus sudores
y dejara una frescura en tu rostro
y en tu alma.
Y si es así yo te digo que no importa,
que estas letras esperen agazapadas
en tu ventana
y que son como palomas que están deseosas
que una mano se acerque y las tome,
ya que simplemente tratan de llevarte
la caricia del nuevo día,
la brisa de mis labios,
la inocencia de una mirada
y la sonrisa que late en un corazón enamorado.
Si llegarán pronto o tarde, eso no lo sé,
pero al menos quiero que así sea,
que sean ellas las portadoras de este mensaje,
que sus alas vuelen por los espacios infinitos
y que surja entre sus plumas
esa gracia que ilumine tus pupilas
y el deseo irresistible de vivir
intensamente la jornada.
Es posible que el café te esté esperando
y a su lado hagan guardia
los sobados o galletas que acompañen
ese líquido preciado.
Si es así no los descuides
y si bebes de esa taza
y has leído ya estas letras
piensa siempre que estoy cerca,
que te miro y te sonrío
con el beso que ahora dejo en
el cuaderno para ti.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/06/14 (Madrugada)