—Una ráfaga se llevó a María, señor. –dijo entre sollozos.
—Su hija María, ¿salió del refugio porque ella quiso?
—Sí, señor.
—¿Con ese huracán?
—Sí, señor.
—¿Por qué?
—Se estaba... cagando, señor.
El coronel le puso las manos sobre los hombros.
—Lamento su pérdida, señor Sarmiento.