Desde hace días, y hasta más allá del día de marras, muchos han hablado sobre la libertad de los pueblos. No han parado de repetir, y lo harán hasta la saciedad, que Cataluña vive subyugada a España, el cual consume todos nuestros recursos, comenzando por los económicos, y que sin ella, los catalanes viviremos mejor. Bueno, más que mejor, mucho mejor. Según esta panda de iluminados, una vez hayamos conseguido la independencia, se acabará el paro, la prima de riesgo (cosa sobre la cual hasta hace poco no había oído hablar ni el tato) bajará a niveles históricos, habrá trabajo para todos y la economía irá viento en popa. Eso por no hablar de cosas como que la ONU no tendrá más huevos que aceptarnos en sus filas porque sí, porque somos así de guapos y así de chulos. Y la opinión pública internacional nos aplaudirá allá donde vayamos y besarán el suelo por donde pasemos, no sin antes hacer como con los antiguos faraones: echar pétalos de rosa por el suelo que vayamos a pisar.
La última cosa ha sido crear la famosa Vía Catalana para la Independencia. Como si no hubiesen cosas más importantes. Ya sé que, en el fondo, que yo no vaya no significará mucho en cuanto al éxito o fracaso de este paripé que han montado los partidos independentistas, y que tanta gracia les hace a gente como los dirigentes de Esquerra Republicana. Me apuesto una bolsa de quicos a que mañana vemos a Oriol Junqueras en primera línea bramando por la independencia y criticando de nuevo a esa España tan mala malísima que, si de buena parte de ella dependiera, crearía una barrera de contención alrededor de Cataluña, cual muro de Adriano en Escocia, para que no podamos salir. Y me ahorro de hacer el símil que iba a poner en un principio porque me parecía demasiado fuerte.
Pero hay algunos, que de haberlos haylos, como las meigas, que lo de la independencia, nos la trae más bien floja. Yo personalmente tengo meridianamente claro que votaré que NO en una hipotética consulta, se haga cuando se haga, sea el año que viene o dentro de cinco, y me consta que hay no poca gente que hará lo mismo que yo. En este caso, no puedo evitar que me fastidie que haya gente intransigente que, porque pueda pensar diferente a ellos, comiencen a mirarme mal. En fin, ellos sabrán...