Vivimos escribiendo versiones de nosotros mismos. Algunas líneas nos definen; otras, nos resultan ajenas. Hay #párrafos que quisiéramos eliminar y otros que aún no sabemos siquiera cómo terminar.
Como correctora ortotipográfica y de estilo, he aprendido que un texto no se debilita al ser corregido; al contrario, gana intención, coherencia y verdad.
Y así también ocurre con la vida. Revisar —o incluso hacer un alto en el camino— no significa arrepentirse ni fracasar: es tener el valor de mirar con honestidad lo que fuimos y elegir, desde una versión más auténtica, lo que queremos ser.
No hay versión final. Solo el deseo profundo de que cada palabra que escribamos se parezca un poco más a lo que está en coherencia con nosotras(os). Y eso es de valientes.
En el arte de #escribir, un punto puede cambiar el sentido de una frase, y una coma mal puesta altera la intención del mensaje. La vida también funciona así: a veces solo necesitamos pausar, detenernos en el momento justo o darle un nuevo enfoque a lo que queremos experimentar.
Como correctora, acompaño #textos para que digan lo que sus #autores realmente desean decir. Y creo que en la vida sucede igual: cada corrección es una oportunidad de expresar con mayor claridad quiénes somos.
Porque no se trata de tachar, sino de redescubrir; de escribir con la #voz que por fin nos representa.
Si deseas que tu tesis, artículo o libro encuentre su mejor versión, estaré encantada de acompañar tu proceso.
¿Qué parte de tu #historia merece una segunda #lectura? Hablemos.
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