¿Merece la pena dejar la vida en pausa? ¿Abandonarlo todo a la espera de algo nebulosamente prometido?
Podría estar equivocado, pero creo que no por propia y dolorosa experiencia.
Escribo esto el 19 de enero y si este artículo ve la luz del día es que todavía no he cambiado de opinión. Veréis, a veces te dan respuestas que suenan al “ya te llamaremos”. Pueden asegurarte incluso que solo tienes que esperar pero algo dentro de tí sabe que en realidad estás recibiendo un “no” educado.
Creo que esto es lo que me ha pasado con la posibilidad de ser sacerdote de la Iglesia de Inglaterra –Comunión Anglicana– y creo que lo que voy a hacer es seguir con mi vida. No necesariamente darme a mí mismo un no definitivo, pero tampoco ir perdiendo las oportunidades que se me presenten solo por que existe la posibilidad de que a final de mes alguien me llame.
Si llaman, ya veremos.
Pero por ahora tengo una vida que seguir viviendo, unos días que van pasando haciéndose meses y años y un abanico de posibilidades que se estrecha poco a poco.
Tengo proyectos que significarían salir de la oficina, pero son proyectos a largo plazo, algo que involucra mucha inversión de esfuerzo y algo de ahorros. Lo de los esfuerzos no me importa tanto gastarlos; se recuperan con un par de noches buenas de sueño. Lo de los ahorros tienen un suministro más corto. Una de las cosas sería hacerme maestro de primaria, inglés. Algo que nunca pensé hacer, a decir verdad, pero he tenido una experiencia en enseñanzas no regladas en un colegio salesiano también por cosas de la vocación. Y a pesar de que no siempre lo pasé muy bien con los malditos roedores, se les echa un poco de menos. Además, encima trabajo en la parte administrativa de la educación, y literalmente todos los días hay algo que me trae recuerdos, y ya sabéis como son los recuerdos, siempre mejores de lo que en realidad fueron.
También podría hacerme un autor de Internet, una especie de auto-empresario de mis propias cosas y ver si puedo transformar mi presencia online en un negocio.
O podría seguir una ruta convencional, preparando nuevas oposiciones con las que seguir ascendiendo peldaños en la administración pública. A la que, seamos sinceros, llegué por necesidad pero mira, al llegar, resulta que era más interesante de lo que me había imaginado.
O puedo quedarme quieto y esperar. No, me parece que no. Haga lo que haga no voy a poner mi vida en pausa.
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