La vida es un campo abierto, un lienzo en blanco, un espacio vacío. Cualquier cosa puede estar contenida en ella, pues ella en sí no tiene preferencias. La vida es el medio donde exploramos nuestras posibilidades, donde nos vamos conociendo al ir avanzando. La vida es un juego o, más exacto, está repleta de juegos.
¿En qué consiste un juego?
Principalmente un juego es un conjunto de reglas que determinan cómo nos relacionamos con el resto de los elementos involucrados en dicho juego. Estas reglas comprenden quién puede jugar, cómo son los turnos, qué se puede y qué no se puede hacer, qué se gana o pierde, qué se castiga, qué excepciones hay, etc. Un juego puede ser tan sencillo como los que los bebés juegan: tú te escondes bajo una manta y yo te encuentro, una y otra vez. O pueden ser muy complicados. Como el futbol…
En el futbol no se pueden usar las manos para mover la pelota (a excepción de un jugador por equipo), tan es así que se contempló que existiera una persona encargada de castigar (entre otras cosas) a quien las usara más allá de lo permitido por las reglas. Así vemos otra característica de los juegos, que es que para participar se debe tener actitud y disposición de jugar, es decir, aceptar las reglas. Incluso los jugadores que inciden en cometer faltas en un juego lo hacen sólo estirando las reglas, puesto que si las rompieran constante y completamente, y otros jugadores hicieran como ellos, el juego perdería sentido.
Ahora, todos sabemos que eso de no poder tocar un balón con las manos no es en serio, sólo sucede dentro del juego. Si dicha actitud excediera el campo de juego, sería visto como una excentricidad, una extravagancia, o una compulsión. Todos los jugadores usan sus manos libremente cuando termina el juego, saben que sólo era una pretensión, una restricción libremente aceptada. Dicho todo esto, ¿tú te das cuenta de los juegos en que estás jugando?
Porque donde quiera que encuentres reglas, limitantes, castigos y recompensas, puedes estar seguro de que hay un juego en acción (siempre lo hay):
- Trabaja ocho horas diarias cinco o seis días a la semana y recibe un pago quincenal, una semana de vacaciones al año.
- Ve a la universidad cuatro o cinco años, haz tu servicio social en no más de seis meses, titúlate, busca trabajo…
- Cásate con alguien, vive el resto de tu vida a su lado pase lo que pase. (O juega al divorcio.)
- Sé exitoso.
- Llena tu casa de cosas pagando todo a meses sin intereses.
- Sé tímido.
En realidad todo es un juego (no hay otra cosa en la vida), hay incontables series de reglas (las fronteras, sistemas políticos, económicos, religiosos, …) creadas por alguien y aceptadas, mínimamente, por los jugadores. Pero todo esto no es cierto por sí mismo, como ya vimos, su realidad viene sólo de que aceptamos estas reglas para poder participar. Todos sabemos que los juegos no son en serio y absolutos (por eso son juegos).
Lo cual nos lleva a ver que hay juegos buenos, malos, aburridos, predecibles, complicados, simples, interesantes, apasionantes, que se juegan en soledad, en grupo, en sociedad… Hay para todos gustos. Lo importante es ¿te estás divirtiendo? ¿Estás consciente de que podrías jugar a otra cosa? Podrías jugar un juego de tu creación donde tú decides lo que harás, lo que obtendrás, sólo requieres aceptarlo y actuar acorde a ello.
Por último, si te encuentras en un juego que no es de tu agrado, al que te sientes forzosamente atado, haz una pausa y piensa: “Esto no es así, sólo es que estoy convencido de que así es y pretendo, juego a que así es.” En recordar ese sutil hecho encontrarás un espacio donde puedes decidir qué quieres hacer con lo que tienes ya, en el que puedes inventar algo propio más afín a tus gustos y a las posibilidades que ves para ti.