Me resultó duro escuchar datos, historias, sobre las cosas que pasan; pero más vale tener fresco que la violencia sexual contra las niñas y los niños es un riesgo real.
Es algo sencillo y también un poco aterrador porque su contundencia nos confronta con la realidad del trato que recibe la niñez. Mucho festejo el 30 de abril, pero ¿les estamos protegiendo como debemos?
La mayoría pensaremos que claro que tratamos bien a nuestras crías: les amamos. Pero -de esto no trató el curso- hay un pacto adultocentrista por el que nos dispensamos un montón de actitudes por lo menos desagradables con las niñas y los niños, e incluso conductas francamente maltratadoras. A un hombre no se le disculpa gritar a su esposa porque ha tenido un mal día en el trabajo y ella otra vez dejó el auto casi sin gasolina; pero a una mamá o a un papá estresado sí se le disculpa por gritar al hijo o la hija que otra vez ha hecho algo que no debe. Además, continuamente minimizamos y hasta negamos lo que los niños y las niñas sienten o la importancia de lo que quieren. A mí esto me importa especialmente porque suele hacerse con las niñas y los niños autistas: decirles cosas como "no es para que te pongas así", "no pasó nada", cuando algo, lo que sea, les ha hecho sobrecargarse o colapsar. Así, ¿cómo va a creerse a sí mismo o a sí misma que siente "mal" una caricia inapropiada?
Esta semana mi hija me dijo algo sobre este asunto del maltrato que me noqueó el alma. Para empezar, habla muy poco, así que sus palabras son un tesoro. Pues las usó para decir que no habla conmigo porque le pego. Yo, que habría jurado que nunca le he pegado en la vida. Tuve que usar toda mi capacidad de priorizar su bienestar para contener mis ganas de negar lo que estaba diciendo; así pude entender a qué se refiere, reconocer la manera en la que la violento físicamente y ocuparme. Construir la confianza es un proceso largo; los errores se pagan muy caro.
Silvia Parque