Pero no, en cambio la miro absorto, y hago una pose que pudiera interpretarse como la de quien escucha y presta atención, me presumo relajado para no levantar sospecha de aquello que no se ve; la procesión es por dentro. Entonces hizo un chasquido con la lengua y se mordió el labio inferior, se levantó de la silla y caminó hacia mí con una sonrisa cómplice. Sentada a mi lado me apretó bien fuerte, me besó la frente y enjugó mis lágrimas, haciéndome sentir muy obvio, también estúpido. No dijo palabra alguna, sobraban los detalles, y las declaraciones no tenían cabida. Dormimos juntos entre pinzas, sal, decepciones y tristezas desordenadas. Yo, afortunadamente, desperté de nuevo en mi pasado, la pesadilla había acabado, y ella quién sabe dónde -todavía la estoy buscando- ni siquiera pude saber con exactitud cuánto tiempo estuvo aquí, pero fue lo suficiente como para demoler mis defensas, dejarme inútil. Me dio una lección silenciosa y me devolvió la duda, el deseo desesperado de encontrarme libre, de ser un buen anfitrión en la antesala de mi porvenir aunque éste llegue vacío o resulte incomprensible. Sólo puedo desearte suerte, que tus nuevos aires de plata sean cromos en sonrisas, y por favor, no te engañes queriendo buscar suerte donde cabe sólo razonar y ver despierto cuan imprudente fue ese hombre con tus vísceras a flor de labio, que recorren ahora kilómetros de amor para sanar sus incongruencias. Pero, me pregunto, ¿Quién te ha visto desparramada aunque de pie y te atendió en silencio, sin preguntar nada, queriéndote sólo a la distancia de un paso, de un grito, de un llanto?, sólo yo y mis más sinceras fantasías.
Dedicado a dos posibles almas en algún rincón de la ciudad de La Plata, que quizá, acaben existiendo cuando ponga aquí el punto final.
Madrid - 24/09/2012G.LR