Revista Diario

Lance Armstrong

Publicado el 04 abril 2013 por Evaletzy @evaletzy
Tú, mujer que jamás sale de casa sin su amplio mazo de buenas ideas, un día te levantas y sacas del mismo el as de las ideas: vas a aprender a montar en bicicleta. Excelente idea si las hay cuando se tienen 5, 6, hasta 10 años, 13 quizá, 15 siendo generosa. Cuando tienes 31 a lo mejor deberías repensar tus ideas. Pero no, ¡qué va!, tú no repiensas, tú quieres dejar de ser una Letzy peatona para ser una Letzy ciclista y ya no evalúas más.
Coche, bici en baúl de coche, agua en botella, tú y tu Queridísimo partís hacia las afueras de Madrid, a un pueblo llamado Carabaña en el que hay un carril bici que va por el medio del campo. Lamentablemente tu bicicleta no tiene rueditas como te gustaría, así que te subes, apoyas nalgas en sillín, te agarras al manubrio/manillar y tu Queridísimo aporta con sus manos el equilibrio que tú no tienes.
Hete aquí que no consigues montar mejor que Amstrong, Indurain e Hincapié juntos en dos horas como esperabas. Pero hay algo que sí consigues: caerte aproximadamente 43,8 veces en menos de quince minutos. Tu Queridísimo corre que te corre que te corre a tu lado; ilusionado, esperando el maravilloso momento en el que va a soltarte y tú te desplazarás etérea, cual alondra en aire. Pero cada vez que te suelta tu vas bien, vas bien, vas bien (y así durante 0,03 segundos) y, siempre en cámara lenta porque nunca sucede con la suficiente rapidez como para que el ojo ajeno no lo note, te caes haciendo un bonito desparramo de todas tus piernas, brazos y carnes sobre el rojo del carril bici carabañense. Entonces, mientras te levantas por ochentaysietevez te preguntas: «¿Lance Armstrong habrá pasado por esto?». «Por supuesto», te respondes. «Fijo que aprender a montar en bicicleta le costó más que a mí», te aseguras.

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