Revista Literatura

Las armónicas suenan tristes

Publicado el 16 diciembre 2014 por Alsegar

MIENTRAS LEES PUEDES ESCUCHAR ESTA CANCIÓN
QUE SE MENCIONA EN EL TEXTO.
LAS ARMÓNICAS SUENAN
TRISTES.


Chica de
caderas a lo Marilyn,

te veo cada
día pasar,

frente a mi
puesto de hamburguesas

y perritos
calientes

junto al
parque.

Y en ese
breve instante

todo deja de
ser interesante;

ni el libro
que leo,

ni el blues,

ni mi mezquino
trabajo,

ni tan
siquiera mi vida.

Todo se
detiene a tu paso:

el tiempo,
el aburrimiento, el sonido.

Hasta la
muerte

pospone sus
sentencias a tu paso.

Te pavoneas
ante mis ojos,

que no ven
nada más

durante tu
efímero paso.

Me da igual
si eres lista o tonta,

ejecutiva o
desempleada.

Solo importa
lo que quiere ver la atracción

no sé si de
amor, o simplemente sexual.

Te has dado
cuenta de que te miro.

Te has dado
cuenta de que me gustas.

Me he dado
cuenta de que eres inalcanzable.

Noto como exageras
tu contoneo,

sonriendo
sensualmente,

mirándome de
reojo.

Y yo allí contemplándote
embelesado,

ridículo con
mi delantal y mi gorrito.

Pasan los
días

y me rodean
media docena de viejos

con aspecto
de no haber tenido nunca juventud.

Te han
pillado la hora.

Viejos
verdes,

obscenos,
lascivos, viciosos.

Son como marchitos
barcos varados

que la
corrosión ya no deja navegar.

Una vez
pasas se relamen y se largan.

Ni una
consumición,

ni un dólar gastado,

ni una
mancha de kétchup,

ni siquiera una
mirada hacia mi quiosco.

Regresan a
vivir sus vidas

de olvido y abandono,

incrustados
en sus sillones,

con sus
gordas mujeres

que les aborrecen.
No son
capaces de leer a Shakespeare,

ni de
admirar un buen lienzo,

y vienen
aquí a verte a ti,

a fastidiar
mi remota esperanza.

Todas las
noches,

una vez recogido
mi puesto,

de regreso a
casa,

voy tocando con
mi armónica

el Piano Man
de Billy Joel.

Siempre
suena triste la armónica.

Siempre
suena triste el blues

Siempre
suena triste el desamor.

Imagino si
habrás buscado el amor;

imagino si
lo habrás encontrado.

No te eches
a perder;

no consientas
que te embauque un marido simplón,

de esos que te
atrapan en las redes del tedio,

de la
desgana,

del hastío.
No deformes
tu cuerpo con embarazos

que disuelvan
tus caderas de Marilyn.

No lo hagas.
Sigue enloqueciéndonos
con esas curvas

que parecen
obra del diablo.

Sigue alimentando
nuestra obscenidad,

la mía y la
de los seis viejos crápulas,

haciéndonos
sentir vivos.

Pasan los
días,

y ya van
tres que no te veo pasar.

Se diluye mi
esperanza;

se diluye la
palpitación;

se han
diluido la media docena de viejos.

Sirvo un par
de hamburguesas,

otros tantos
perritos calientes

y unos
refrescos.

No se acerca
nadie al quiosco.

Saco mi
armónica y comienzo a tocar.

A mi espalda
una mujer pide un sándwich.

Guardo la
armónica en el bolsillo

y me
dispongo a servirlo.

Me giro para
encarar a mi clienta.

Enfrente mío
se encuentra la perfección

esperando
ser servida.

La chica de
caderas a lo Marilyn.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista