Revista Literatura
–Mucho me temo que vienen a rescatarme. ¡Eureka!, divisaron la hoguera –exclamó al escuchar la sirena de una embarcación–. ¡Goodbye, querida!
Ella liberó decenas de ásperos lagrimones mientras él vociferaba y corría hacia la playa agitando los brazos.
Allí recordó a su esposa, su trabajo, las veladas familiares, sus carísimos trajes, la civilización… Miró hacia atrás. La estampa de la cría aferrada al pecho lloroso de su madre le estremeció. Entonces, cogió varias cáscaras de coco, las llenó de agua, y galopando como un loco apagó el fuego. La hembra suspiró aliviada lanzándole un seductor beso. Él la obsequió con un bonito ramo de bananas.
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