Llámala X. Es un mujer normal, una persona normal. Vive en un pueblo normal a las afueras de Madrid, a uno 40 Km. Todas las mañanas coge un tren de cercanías y recorre esa distancia a Madrid para ir a trabajar en una oficina cerrada por un sueldo casi menos ventilado que la oficina. Está allí de 9 a 10 horas, dependiendo del trabajo que haya. Cree haber oido que en algún país pagan las horas extras. Es madre soltera, o más bien divorciada, aunque la situación se aclarará más cuando los interminables juicios decidan algo. Cuando el tren la vuelve a dejar en la estación, empieza otra jornada laboral para ella. No se queja de su situación, o al menos no demasiado, lo normal, como todos. Hay gente peor que ella. Cierto es que el tiempo para ella es escaso, que casi no duerme a veces a final de mes y que los crios (dos) son una fuente constante de preocupación. Demasiado tiempo solos, demasiadas ilusiones que no puede pagar. Si lo peor es el tiempo que nunca encuentra, es verdad que ese cansancio que se acomoda tan ricamente en sus huesos no queda lejos.
Ultimamente ha descubierto Internet. Es un gasto dificil de acomodar todos los meses, pero la ha descubierto un nuevo mundo, una manera de acercarse a cosas que antes estaban demasiado lejos para ella. Siempre ha creido necesario ayudar de alguna manera. Quizás es un problema de sueños, de haber visto demasiadas películas de la Disney. Pero aún cree en un mundo mejor. Muchas veces ha intentado ayudar de muchas maneras. Pero si el tiempo la falta para ella misma, es dificil dárselo a los demás. La hace ilusión que el ordenador de su habitación, colocado a duras penas entre la cama y la cómoda que rescato del último cambio de decoración de su hermana pequeña, le ayude a ayudar, valga la redundancia. Le hace sentirse útil, activa. Para ella decir “me gusta” a una causa que le parece justa es de los pocos regalos que consigue sacar al día.
Sabe que no es mucho, que en la media hora o tres cuartos que puede robar al sueño todos los días no va a arreglar el mundo demasiado, pero algo es algo. Cuestión de sueños, ya os digo. Si las cosas se arreglasen, si consiguiera otro trabajo más cerca, si los niños ayudaran más, si los juicios terminaran…. si. Quizás podría ayudar más. Si…
X no es nadie y, a la vez, X podemos ser todos. Internet, las redes sociales y su capacidad de difusión son una herramienta extraordinaria, lo que no significa que sean la panacea a todos los males de este mundo. Nunca en la historia de la humanidad ha sido tan fácil el acceso a la información y por ende, nunca lo ha sido el hecho de expresar una opinión y que está sea conocida por un número de gente apreciable, que su vez puede apoyar esa acción. Bien es verdad que aún existen problemas y dificultades, por ejemplo en la educación sobre el filtrado y utilidad final y real de esa información y esa acción individual, pero si atendemos a que antes no existía, sólo se puede decir que la evolución ha sido positiva.
A X se le podrán achacar muchas cosas, pero no que no haga lo que puede. Y de eso se trata. De sumar. De hacer cada uno de nosotros lo que podamos. Por eso, X somos todos. Es cierto, hay gente que podría hacer más, gente para las cuales las pulsaciones del ratón sobre un “me gusta” no son más que un tranquilizador de concienciastan cómodo como rápido. Pero yo no se quienes son. Y gente que hace mucho, gente que entrega su vida a los demás. Valientes, héroes anónimos que hacen mucho más que la media. Pero tampoco se quienes son, No suelen alardear de lo que hacen o dejan de hacer ante los demás. Conocemos cada uno de nosotros a un escaso puñado de ellos, de ambos grupos, de personas sin conciencia y de valientes. El resto somos normales, como X, gente con vidas de las que conocemos poco, más allá de unas conversaciones limitadas durante el día. Yo soy un cobarde, o mejor dicho, no soy ningún héroe, como X. No dejaría mi trabajo o a mi familia por irme a un país desconocido para ayudar a reconstruirlo, quizás no vaya a todos los actos que considero justos, puede que más de una vez me haya tomado un par de cervezas cuando hubiera podido ingresar ese dinero en una cuenta para cualquiera de las miles de causas que lo necesitaban más que mi gaznate.
Pero lo que si creo, de lo que estoy seguro, es que no podemos restar. No podemos juzgar la vida de cada uno de los demás. Hay gente que hace mucho, hay gente que hace poco, hay gente que hace lo que puede. Pero lo importante, lo que realmente puede ayudar a mejorar el mundo, aunque sea poco, es que hacen. La suma, pequeña o grande, de cuantos más mejor. No importa quien no haga nada, no importa quien tranquilice su conciencia. Importa sumar, ser más. Importa que nos pongamos de acuerdo en algo. Importa quien está, no quien falta. No podemos saber, y mucho menos juzgar, si quien está detrás de un click en una causa sólo atiende a tranquilizar su conciencia o es una pequeña parte de todo lo que hace por los demás. Sumemos.
Otra cosa es la utilización de esa suma o su traducción en acciones efectivas. Queda mucho camino por recorrer. Y no son votos ni se puede pretender que tenga la misma repercusión o efcetividad que una manifestación, por ejemplo. Pero es, y eso ya es mucho. Ni lo despreciemos ni lo elevemos a los altares. Utilicemos la suma, intentemos hablar desde ella, no como apoyo, sino como firma. Que sea la base, el punto de partida para hacer algo más, para saber cuanta gente está detrás. Si logramos sumar, si logramos ponernos de acuerdo en avanzar, no en quien avanza, se hará.
Y puede que algún día, X mire atrás, y sonria.