Las beatas

Publicado el 10 mayo 2015 por Fer @Ferabocadejarro

Bartolomé Esteban Murillo , Mujeres detrás de la rejilla

Son señoras de pompas generosas, siempre bien peinadas y emperifolladas, que se reúnen una vez por semana a rezar en la parroquia de acá la vuelta. Como todo pueblo chico, la parroquia es un infierno grande y hay miles de chismes jugosos rodeándola. Pero no se puede ser tan antisocial, me invitaron en la misa del domingo y, al final, no me queda ninguna amiga, no salgo nunca sola más que al supermercado, vamos a probar que con probar no se pierde nada, me termino de auto-convencer mientras me maquillo poco y natural frente al espejo aún salpicado por una ducha rápida y fresca aquella tarde pegajosa de mediados de diciembre, y me voy a las corridas porque van a hacer bendecir unos regalitos para los enfermos del hospital al que voy con dos de ellas de visita todos los viernes por la mañana hace unos meses ya. Por eso me da no se qué rehusar el convite, no quiero también dejar de ir al hospital, ya dejé de ir a tantos lugares... Luego de una breve ceremonia, se sientan en círculo y me proponen quedarme para orar con ellas. Miro el reloj con disimulo: tengo a toda la familia en casa y hay que preparar la cena, pero para estas señoras las cosas mundanas siempre pueden esperar, qué envidia me dan. Las beatas empiezan por cerrar los ojos, extender las manos y dejar salir glorias y alabanzas en voz alta. Luego, como poseídas, recitan frases Bíblicas de memoria y le dan a su rumrum místico y a las canciones de misa hasta que no arden las velas. Culminan la sesión espiritual leyendo una lectura que - según aseguran- les es revelada para la ocasión y, como es de esperar, me toca leer en voz alta, aunque no me molesta, ya estoy acostumbrada. Bajan a la tierra cuando el cura se cansa de aguantarlas y hay que cerrar la iglesia con reja y todo por seguridad o se afanan hasta las plantas que tienen bien cuidadas en el altar. Recién entonces es hora de socializar.- Pero esta chica, ¿por qué no viene nunca? Ah, ella sólo va al hospital... 

Al averiguar mi edad y algunos datos de mi biografía, que llega rato después de que se me pone al tanto de quién es la viuda, quién la sobreviviente de una terminal y quién la madre de hija soltera avergonzada del destino poco católico de su cría, me dan la absolución por no participar del grupo carismático todos los miércoles, y me vuelvo a casa pensando, como siempre, que hay algo en mí que hace que al final no termine nunca de encajar en ningún lado más que en la cocina.A boca de jarro