Plaza Murillo-foto AFKA
Ayer fue un día muy raro, empezando por el tiempo, oscilando entre un tibio nublado y un timorato sol. Un día aletargado, soso y algo brumoso, como de efecto invernadero. La Pachamama no lució sus mejores galas ni por muchos sahumerios que los brujos hayan efectuado. Se le habrá olvidado también a la diosa tutelar que el 22 de enero había sido la madre de todas las fechas históricas. Acostumbrados a tantos hechos históricos que brotan como las papas, no habíamos reparado que había sido “feriado nacional” decretado por el pasado de revoluciones, que no revolucionario, Estado Plurinacional.Para conmemorar el cuarto aniversario del feliz reinado de Su Majestad, Evo el Austero, paralizaron todas las actividades y todas las máquinas, por poco al estilo de Ultimátum a la Tierra un clásico de la ciencia ficción. El 67% de los bolivianos, que tiene un empleo informal ya sea como pequeño comerciante o trabajador autónomo, se vio nuevamente perjudicado en su magra economía, al soportar otra jornada sin trabajo y para más inri, a media semana. Por el contrario, a la pequeña minoría que tiene los ingresos seguros de un burócrata o asalariado, siempre le viene bien que le sigan pagando, y aun por días no trabajados. Patético es este país que la mitad del tiempo está paralizado por marchas y bloqueos y la otra mitad por fiestas y agasajos generalizados. Con razón vamos a la zaga del continente, aunque los jerarcas de hoy proclamen todo lo contrario.
Como se sabe, el régimen de Morales ya gobierna el país desde hace ocho años. Sin embargo, los primeros cuatro años prácticamente no cuentan porque fue bajo las reglas de la vieja república que, según ellos, era el monstruo que cobijaba todos los males posibles: capitalismo, patriarcalismo, racismo, colonialismo, materialismo, y otros ismos más o menos floridos. Para eso se creó el evanescente “estado plurinacional”, para comenzar una nueva era (con amor a las plantas, armonía con la madre Tierra y otras lindezas que se ven en un filme azulado de James Cameron) según cantan sus profetas. No había habido asunto más histórico y trascendental que un supuesto indígena gobierne por primera vez un país americano, aunque la Historia dice que el mexicano Benito Juárez era tan o más indio que Evo Morales y, además, casi un siglo antes. La diferencia quizá radique en que uno supo estar a la altura de su alta responsabilidad y el otro sigue a la altura de su ego, insaciable.
Ayer se vio con creces otra muestra de esa insaciabilidad: miles de cocaleros y campesinos de todos los departamentos fueron llevados hasta Plaza Murillo (La Paz) para presentar sus saludos al caudillo que desde el balcón de su palacete agitaba la mano cada cierto tiempo, a medida que iban pasando las escuadras de ponchos rojos, ponchos verdes, mujeres bartolinas de mantas azules y demás guerreros del arcoíris, amén de las escuadras militares, comandos de elite con las caras pintadas y guerreros selectos luciendo camuflaje de campaña. No faltaron los jeeps y tanquetas que se acostumbra pasear en las jornadas patrióticas. Aparte de la solemnidad, no podía faltar el matiz folclórico con comparsas de bailarines que se esforzaron al máximo para agradar al caudillo, a ritmo de flautas y tambores autóctonos. Para eso sirven los indígenas, para bailar ante el cacique que los mira satisfecho desde sus alturas, muy bien coronado con un halo de divinidad y luciendo en el cuello el medallón centenario de los presidentes (si él, en verdad detesta todo lo que venga de la república, ¿por qué no guarda esa medalla en un museo, ese resabio de una práctica europea y colonialista?).
Hasta "Bigfoot" (izq.) es convocado a desfilar
Toda esa parafernalia que se repite cada año de tropas muy marciales, campesinos emponchados, cuernos de vaca y caracolas marinas resoplando, banderas y estandartes multicolores, viejos acorazados y demás cachivaches rodantes me hizo recordar a los antiquísimos desfiles romanos en honor del emperador de turno: cambiemos elefantes por acorazados y a fieros guerreros con pieles de leopardo por los nuevos guerreros multiusos. La historia se repite, aunque de manera grotesca.Según los voceros oficiales, los movimientos sociales viajaron por iniciativa propia a disfrutar de primera mano el informe anual del “hermano presidente”. Hice el intento para escuchar el enésimo discurso del país de las maravillas. Aguanté veinte minutos. Es una vergüenza nacional que el primer mandatario no pueda leer unos textos con fluidez. Ha tenido ocho largos años para pulir mínimamente su dicción y parece que no le da la gana, si ha manifestado públicamente su desprecio por los libros. Lo paradójico es que acepta con orgullo que lo llenen de títulos honoris causa. Y, a mí no me vale la excusa de su deficiente educación, pobreza y falta de oportunidades para ingresar a la universidad. Lech Walesa y Lula Da Silva, tuvieron orígenes humildes y tampoco fueron universitarios; no obstante, se las ingeniaron para cultivarse a su manera. Además, Morales tiene una trayectoria sindical de más de 20 años y tuvo todo el tiempo del mundo para ilustrarse un poco, con mayor obligación siendo un dirigente. Y así dirige todo un país.
Según algunos comentaristas, el discurso fue el más tedioso, largo y confuso que haya efectuado un gobernante. Por los noticieros me enteré de que había durado casi cinco horas, tan monótono y plagado de cifras que hasta agotó a sus incondicionales seguidores que empezaron a silbar en plena plaza Murillo como protesta. Y para mayor abuso, todas las redes de televisión fueron obligadas por decreto a conectarse a la señal de la televisora oficial (luego el caudillo se autocalifica como “el presidente más democrático en la historia de Bolivia”, como alguna vez respondió molesto a una entrevista de CNN, donde se le cuestionaba su autoritarismo).
En fin, que todo este país va sobre ruedas, mejor dicho, a velocidad de cohete. Nunca habíamos sido tan dignos y soberanos y nunca tantos países nos habían admirado tanto que, ahora hacen cola para copiar nuestro modelo, dicen. Nos codeamos con el primer mundo porque ahora ya hemos iniciado el ansiado despegue industrial, aunque sea comprando un artefacto chino como satélite. El liderazgo de Evo Morales es inconfundible, incontestable e irremplazable, he oído por ahí. Todos son logros titánicos: satélite, presidencia del G-77, caminos asfaltados, aeropuertos, hospitales, escuelas, canchas, “hasta las universidades están contentas porque nunca habían recibido tanta plata”, sentenció el caudillo. Y el colofón para sus dotes de estadista: dentro de poco, Bolivia tendrá un reactor nuclear con “fines pacíficos”, asesorado por los amigos iraníes. Y eso que no nos falta electricidad y tenemos gas barato para termoeléctricas… ¿Quién detiene el delirio?