Revista Literatura

Las cenizas erróneas.

Publicado el 25 junio 2013 por Marga @MdCala


No hay otro tema más macabro y aberrante. No hay otro asunto más discutido en bares, a la hora del desayuno, ni más opinado y repugnado a la vez. Yo tampoco puedo ni quiero callar mis consideraciones sobre ese personajillo canijo, repulsivo, conciso, de voz atiplada y maligno que se exhibe en las televisiones, día sí y día también. Ya que nos lo imponen, tenemos derecho a réplica y desahogo.
Es un psicópata de libro: frío, escrupuloso, inhumano, sin ápice de empatía o sentimiento  alguno. Un llorón sin lágrima. Conocedor de su poca valía personal, emplea su funesta vida en desprestigiar y aniquilar emocionalmente a cuantos le rodean y él asume inferiores (¿inferiores? ¿acaso es posible?); cosifica y anula a mujer e hijos, al tiempo que amenaza veladamente -o no tanto-, a quienes son su familia de origen, esto es, padres, hermanos, cuñados…
No exculpo a quienes le dieron -un mal día- la vida, ni a quienes osan en su desatino ostentar su mismo apellido, pues hay defensas tan imposibles que ni la sangre justifica. No exculpo tampoco a esa Ley que protege hasta la injusticia a quienes callan la verdad, y niegan su lugar a unos desgraciados niños que pasaron por lo que nadie jamás debería pasar, salvo el mismo que lo provocara. Hay abuelos y abuelos. Hay tíos y tíos… que el título hay que ganárselo, como la vergüenza.
Soy incapaz de contemplar al personajillo diminuto, embustero, terco, rencoroso, enclenque, obtuso, amenazador en su mezquindad, más del segundo necesario para cambiar de canal. Ya lo he visto demasiado y, recordando mi facilidad para la somatización, no quiero sufrir ningún daño por su culpa. Me producen náuseas, no sólo él, sino quienes lo amparan con su silencio, cobijados en una norma incomprensible y laxa hasta lo inaceptable. Si acaso se librara de su merecida condena, espero que quien procuró que así fuera, deje de dormir continuado para siempre.
La vida a veces es insólita, fea, deforme, inicua e injusta, pues cuánta gente buena y capaz se va de este mundo antes de tiempo, y cuánto mal nacido permanece esas horas precisas en que debiera estar muerto.
Ese instante determinado en el que negó la vida a quienes teóricamente más debía amar, cuidar y proteger. Ahí ya estaba de más su presencia. Ahí ya debía haber sido sólo cenizas, que pudieran conservar ésos cuyo apellido rima con matón…

 


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