Agotada como madrugada al alba vivía una historia
contada, se vio en un libro calcada y tergiversada con
lagrimas. Se leyó y no decía nada de lo que al principio
narraba; y hasta el prologo de marras a otro autor se
adjudicaba, como una triste trampa literaria en hojalata.
Le habían truncado sus palabras, con lunas de miel
sin sabanas y otras tramas melodramáticas mundanas.
Se sentía edulcorada por tantas derivas trágicas. Y
como pila sin carga se encendía y se apagaba, como
bombillo de casa que se funde sin avisar que estalla,
en la triste intimidad de una lámpara de sala. Tantas
páginas cambiadas; y promesas, olvidadas sin mañanas.
La felicidad flechada y la verdad apuñalada por la
espalda en una oración rebuscada, se fueron a orar de
magnas, mudas como dos haches antes balas literatas. Se
marcharon asustadas, al altar de la santa virgen de la
verborragia vana, hecha por lenguas que sangran.
A leerse con sus páginas cerradas, sin enumerarlas;
y entre comas y dos puntos, a cercenar sus gargantas.
Pues ya no quedan más almas que recuerden su
portada, ni la morada de las ganas que en capítulos
contaba. La flor, la doña, la espada y el caballero sin
lagrimas que en su balcón la esperaba. Y los besos
llenos de agua, se secaron sobre caras sonrojadas.
Ni las guitarras que rasgaron al tocarla hoy inspiran
melodías románticas, se ha dividido la sabia en
intelecto sin magia y en copias de una estampa
arcaica. Y en las calles nadie habla de sus fabulas,
pues plagiada la memoria, su destino es el que valga.
Como un otoño sin nostalgias que no acaba, ni
así la tinta al firmarla, describa la clásica errata.
Picture by Ariel Arias
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