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Ayer acudí al estreno del evento fílmico del año: Avatar, la última macrosuperproducción hollywoodiense y a la postre regreso a la palestra del extraordinariamente sobrevalorado director James Cameron.
Y tengo que decir que al término de las dos horas y 42 minutos que duró la película me sentí estafado y sobre todo muy cabreado. Estafado por haberme dejado quitar un fragmento de vida por un payaso pedante y estúpido que me ofreció a cambio una basura repleta de pretensiones y nada más. Y cabreado porque las cien personas que habían a mi alrededor se levantaron al final de la película y aplaudieron.
Y es que Avatar aúna en sus 162 minutos de metraje los defectos más claros que la industria norteamericana tiene a bien defecar en los últimos tiempos. Películas como G.I. Joe, Transformers o la añeja Independence Day son producidas y publicadas porque en Hollywood nos toman por gilipollas.
Como dato curioso, parece ser que James Cameron tardó 12 años en hacer esta película. Esto sólo es comprensible bien porque Jimmy sea un caradura o bien porque sea retrasado tipo borderline. Si no, no se explica que este bodrio haya tardado tanto en ser abortado a nuestras pantallas. Máxime cuando la historia es un plagio LITERAL de las remilgadas películas de animación Ferngully y Pocahontas. De hecho TODOS los personajes de Pocahontas aparecen representados en esta película. La indígena ecologista y princesa de la tribu. El apuesto soldado extranjero que acaba poniéndose de parte de los nativos y en contra de sus despiadas órdenes. El sabio y anciano Jefe. Y cómo no, el orgulloso joven guerrero prometido con la princesa que desconfía del extraño y le zancadillea en su iniciación tribal. Hasta tienen su propia abuela sauce, en la forma de árbol místico con (manda huevos) sospechosa forma de sauce llorón.
Los humanos tampoco se salvan de estar estereotipados hasta lo infinito. En especial el Coronel comosellamase. Memorables son algunos de sus diálogos, con frases como "Eres un traidor muchacho. Pero maldita sea, tu información nos será muy útil. Si no fueras un hombre te daría un morreo" o " A la primera ronda invito yo" (tras reventar un árbol gigante con su escuadrón). O el malvado ejecutivo de La Compañía, personaje soberbio interesado tan sólo en el mineral que hay en las tierras de los indígenas y que deshecha sus tradiciones como arcaicismos propios de salvajes.
El resto de personajes son tan útiles a la historia como un mono de tres cabezas y tan planos como el encefalograma de los idiotas que celebran esta película.
El mensaje ecologista no puede ser más trillado, demagogo y pueril. Cameron se saca de la manga una especie de teoría de Gaia funcional y rodea al concepto de Naturaleza de misticismo y energías espirituales, pedazo chorradas New Age como un piano de grandes. El final, acorde con todo ello, muestra a los aborígenes y animales varios del planeta venciendo a los malvados soldados humanos en la mejor tradición Ewoks Vs. Imperio que tanto descrédito le valió a George Lucas. Y sin embargo aquí, lo aplauden.
Del resto, ni siquiera me acuerdo. Aunque sí de la sensación de estar viendo cosas que he visto una y mil veces antes. Los diáologos manidos, las situaciones de siempre, una y otra y otra vez, tópico tras tópico.
A favor, la espectacularidad de los paisajes y la fauna, aunque tampoco tanto, ni tan original. La mitad de los paisajes se han visto una y mil veces en viedeojuegos como el Icewind Dale, o los Final Fantasy. Y el resto acababa haciéndose confuso por el dichoso 3D que realmente le resta color a la imagen sin aportar gran cosa, ni siquiera en las escenas de acción.
Y todo esto, dejando de lado algunas consideraciones xenológicas. Fíjate lo curioso de la evolución que a millones de kilómetros de nuestro planeta se consigue gestar una raza sentiente de supormodelos azules de tres metros con tentáculos simbióticos en sus cabelleras, lenguaje corporal calcado al nuestro y que, curiosamente follan igual que los humanos cursis. Esto es, abrazaditos, sentados y despacio.
Lo único inteligente de la película es el momento de su lanzamiento, en fecha próxima a la cumbre de Copenhage por el cambio climático. De esta forma, se consigue que el público aplauda como focas al término de semejante despropósito, porque les ha unificado su yo salvaje y masturbado los chakras con la dulzura de un padre amoroso.
Repito, Hollywood nos toma por gilipollas y con toda la razón del mundo. Porque lo somos. Dejamos que nos meen en la cara y sonreímos pidiendo más. Y luego aplaudimos. El público es cada vez más estúpido o menos exigente, y los directores como Michael Bay o James Cameron son cada vez más sinvergüenzas a la hora de cocinar su cacota y servirla humeante ante nuestros anhelantes ojos.
Pues nada.
Capullos del mundo Bón Appettit.