Las relaciones con los demás no son fáciles y a menudo nos vemos enfrentados a situaciones en las que hemos de soportar a personas cuyas actitudes nos agobian. En otras ocasiones, son defectos nuestros los que nos provocan un malestar continuado que degenera en estrés.
1. Tu pareja. Cuando las cosas van bien, estupendo, pero cuando van mal, no hay nada peor para los nervios que una mala relación con la persona a la que estás afectivamente vinculado. Una mala convivencia mata cualquier posibilidad de bienestar, y si se mantiene en el tiempo acaba generando problemas muy serios. Es mejor no llegar a esos extremos, y aclarar las cosas antes. Y si no es posible, tendrás que plantearte si estás con la persona adecuada…
2. Que la gente no cumpla su parte. Depender de los demás, lo que es muy frecuente en nuestras vidas, suele generar problemas emocionales, máxime cuando, en lugar de hacer lo que deben, incumplen aquello a lo que se habían comprometido. Estar en manos de personas informales suele ser muy estresante. La clave, anticipar soluciones alternativas por si te fallan.
3. No entender de qué van las cosas. No es fácil manejarse en escenarios cuyas reglas no son claras. Por eso, cuando se exige el cumplimiento de una tarea profesional o emocional que no ha sido explicada correctamente, muchas personas se sienten agobiadas. Es bueno, en esas ocasiones, no dejarse llevar. La incertidumbre nos paraliza, pero basta con seguir adelante, sin dejar que el mal rollo te detenga, para tomar conciencia de que la situación era más sencilla de lo que nos parecía.
4. Las personas que nunca se callan. Hay gente que siempre tiene algo que contar y a la que además le gusta hacerlo a voz en grito. Son personas agotadoras, con las que no cabe otro remedio que ponerlas en su sitio. No contemporices: lo ideal es hacerles saber lo antes posible que se están excediendo, porque estas personas no suelen tener límite.
5. Los ignorantes. Las trabas que te encuentras en la vida no siempre están justificadas, y con más frecuencia de la debida provienen de personas cuyo nivel de comprensión intelectual deja mucho que desear. Quien ha logrado conseguir sus objetivos vitales ha pasado por estas situaciones sin prestarlas demasiada atención.
6. Ser el centro de atención. Que fijen la mirada en ti suele causar estrés de forma inmediata. Ya sea porque estés realizando un trabajo y los compañeros o el jefe no aparten su mirada de tu ordenador, porque todo el mundo se vuelva inesperadamente hacia ti en un lugar público, o porque estés a punto de hablar en una reunión muy concurrida, sentirse observado se convierte en una situación muy incómoda para aquellas personas que no están acostumbradas. Es un miedo muy ligado a la vergüenza que se vence con la práctica.
7. Una mala relación con el orden. Cuando las personas que te rodean son muy puntillosas o desordenadas en exceso establecen un tipo de convivencia (laboral o personal) que desgasta mucho. No encontrar nunca lo que te es necesario (especialmente en el trabajo) o tener que seguir normas muy rígidas a la hora de guardar las cosas provoca tensiones con demasiada habitualidad. En este caso hay que establecer fronteras muy precisas y no dejar que las traspasen.
8. El compromiso. Hacer las cosas por obligación es una tarea pesada que puede llegar a ser estresante si se prolonga en el tiempo. Sentir que no disponemos de espacio para nosotros o que siempre estamos supeditándonos a lo que los demás (o nuestros deberes) nos exigen termina quemando. Pero para este tipo de problemas no hay otra solución que pensarlo bien antes de decir sí a lo que nos piden.
9. Las malas relaciones laborales. Tu jefe o tus empleados pueden ser una fuente de infelicidad grande. Pasamos gran parte del día en el trabajo, ycuando las relaciones que establecemos allí son negativas, resulta muy difícil que nuestra vida no se resienta. No es posible llegar a casa y hacer borrón y cuenta nueva. Hay mil estrategias para mejorar tu vida laboral, pero la mejor es intentar encontrar otro empleo.
10. La impotencia. Esas situaciones ante las que nada se puede hacer y que te condenan a la pasividad suelen generar mucha angustia. Pero además de aceptar tus límites (no siempre podemos tener una presencia tan efectiva como nos gustaría), debes ser consciente de que ya llegarán tiempos y escenarios mejores.
Vía El Confidencial