Cierta tarde, un amigo me contó que tenía la facultad de diferenciar las buenas personas de las malas con sólo mirarlas. Me aseguró que no era difícil, ya que una especie de nube oscura y densa flotaba por encima de la cabeza de los malvados.-Ah, una nube- dije, aparentando indiferencia.-Bueno, no es exactamente una nube, pero no tengo otra forma de explicarlo.-¿Y cómo haces para reconocer esa nube?, porque yo no consigo ver nada- confesé, a la vez que giraba el cuello hacia ambos lados, analizando la mollera de los paseantes.-No sabría decirte cómo, yo lo descubrí sin proponérmelo, pero olvídalo, no es algo que quieras saber, te lo garantizo.Entonces quise que -al menos- me dijera a cuál de las dos clases de personas pertenecía yo, pero interrumpió mi pregunta con un gesto de pánico, luego se llevó las manos a las sienes y salió corriendo, mientras me gritaba que se había olvidado la leche en el fuego. A unos metros se dio vuelta, me pareció que se mataba de la risa, pero no puedo afirmarlo, pues el sol no le iluminaba el rostro.