No. No se trata de que las editoriales quieran «usurpar» el terreno del escritor, pero tal vez sí sea algo muy parecido. Te cuento:
Hace algo más de un año, en la presentación de un nuevo libro su autora mencionaba el hecho de que ella escribía lo que la editorial le exigía, ya que su deseo era vivir de la literatura. Esa confesión, y que volviera a salir el mismo tema en otra presentación más reciente, me produjo cierto estado de alarma, quizás creada por la ignorancia del mundo editorial; cada vez más sorprendente y lleno de, llamémosle, «matices».
De esto extraigo la conclusión de que el autor que se somete a estas exigencias pasa a ser un mero títere de la editorial, un muñeco mecánico que trabaja y modifica su trabajo por el que le imponen para alcanzar los números establecidos por la empresa. Si esto es así, entonces ocurre un mal mayor, a mi entender: la editorial elige que lo quiere vender, marca las pautas de lo que ha de contener la historia que debe escribir el autor, quien ha de regirse por cada una de ellas. A tenor de esto, debo pensar que el autor que recibe directrices para su siguiente novela, ¿debe sentirse el orgullo y especial? ¿Eso es señal de que su forma de escribir vende? ¿Ya no interesan sus historias, si no su nombre en la portada? ¿No impide esto la evolución del autor?
Lo que me lleva a la pregunta de la imagen que encabeza este artículo. ¿Supone, pues, la aniquilación de la inspiración? ¿No debería tener el autor plena libertad para escribir lo que desee y cómo lo desee?
Déjame tu opinión a todos estos interrogantes y hazme saber que estoy equivocada.