Las frecuentes curas de humildad en mi casa

Publicado el 20 enero 2017 por Sylvia
B y yo tuvimos un día de lo más armónico: ella de un humor estupendo y yo especialmente atinada con mi intervención en materia de "gestión de emociones". Nos acompañamos, nos divertimos, hicimos lo que debíamos. Uno de esos días en los que me siento orgullosa de mi increíble trabajo como mamá. Hasta la tarde. La verdad es que sí tengo idea de qué par de cosas le movieron el tapete. El caso es que "se descompuso". Hubo un par de horas de lo que su papá llama todo-lo-que-quiero-es-todo-lo-que-quiero con lloriqueos aturdidores. Acabamos cenando con un video de fondo. Normalmente no ponemos ni música mientras comemos, para ponerle atención a la comida y sobre todo, para ponernos atención entre nosotras. Pero yo necesitaba un descanso mental, y para eso casi nada mejor que una receta de cocina.
Con estas cosas siempre recuerdo un comentario de Macondo:
"Cuando tu madre crea que tiene controlada alguna faceta de tu educación, lo mejor es darle una buena cura de humildad" ha escrito B en su blog. 
Lo recuerdo siempre porque pasa siempre. Sieeeempreeee. Con tooodoooo. Podemos tener un almuerzo y una comida como para que me entrevisten por tener una hija que da gracias a Dios, come de todo de buena gana, usa la cuchara, devuelve al plato el pedacito que se salió y limpia lo poquito que se derramó. Para luego tener una cena que se trata de jugar con el plato, llenarse el cabello de comida, asegurar que nada de esa comida entre a su boca, subir los pies a la mesa y ver qué tanto desorden puede causar. Así es la cosa.
Silvia Parque