En marketing no hay producto sin marca ni expectativas sin imagen; y ésta no existe sin confianza.
El empeño de un grupo formado por empresarios españoles multinacionales, con el Rey a la cabeza como pendón significativo del país – sin doblez pretendida de interpretación-, está abocado al fracaso porque se falla por la base. Hubiera sido magnífico si España gozara del respeto internacional basado en la confianza que inspirara como nación, pero desgraciadamente el momento no propicia esa cualidad sino la contraria.
El Obispo Sanahuja
Se cuenta que fueron a ver los huertanos de Murcia a este obispo para pedirle la excepcionalidad de sacar a la patrona en rogativa suplicando que lloviera, ante la ruina que una ‘pertinaz sequía’ les acarreaba. El ocurrente prelado catalán se acercó a una ventana de su renacentista palacio de la plaza de Belluga, descorrió los visillos y contemplando el azulísimo cielo murciano como techo inigualable del inclemente sol que achicharraba la ciudad, se dirigió a sus fieles,socarrón él, diciéndoles con voz pausada y gesto grave: “Haced lo que queráis hijos míos, pero el tiempo, para llover, no está”
Como todo principio estratégico de marketing
Está bien la idea de reunir a una docena larga de empresarios importantes para dar la impresión de unidad frente a la crisis, subrayando la voluntad de salir de ella poniendo la ejemplaridad de sus exitosas empresas como referencia plausible de lo que es capaz España, pero no hemos empezado por el principio estratégico. Esto sería un buen colofón de una primera fase para iniciar de inmediato la segunda saliendo al exterior con posibilidades reales de éxito.
Antes nos deberíamos haber analizado en profundidad y, después, estudiado la percepción que tienen de nosotros en el mercado al que nos queremos dirigir: ni más ni menos que los principales prescriptores de opinión del mundo, los inversores internacionales y quienes tienen en última instancia en sus manos la toma de decisiones políticas y económicas decisivas para nuestro país. Todos ellos tienen información de primera mano y, además, leen con avidez los editoriales de los principales periódicos mundiales y las informaciones relevantes sobre nosotros; o anecdóticas, que a veces adquieren injustamente categoría de realidades sustantivas.
¿Y con qué nos habríamos encontrado? Pues como diría el inigualable barcelonés y humorista Pedro Ruiz, con que en lugar de ser pretenciosamente “Una, grande y libre”, somos “diecisiete, pequeñas, derrochadoras, arruinadas y en estado permanente de cabreo”, como realidad cierta e imagen de España en el mundo. Y, encima, con un Gobierno que se ha visto tan desnortado por la situación que está haciendo lo contrario que les prometió también a ellos. Rajoy y los suyos vendieron antes de las elecciones a muchos de esos influyentes grupos que su gobierno iba a ser serio porque sabían muy bien lo que tenían que hacer; previsible porque iba en su ADN personal y político; y fiable porque ya demostraron en la época de Aznar sus recetas económicas para el éxito. Convencieran hasta a la mismísima Merkel, que fue en origen la mayor valedora de Rajoy en Europa.
Si a la propia Administración Central se le desbocan los números, y CCAA relevantes se ponen en la cola de los rescates pidiendo cuanto más mejor y hasta sin condiciones – Fabra dixit y Mas amenaza- antes de recortar todos el monstruo administrativo que nos desgobierna, en Europa cunde que esto tiene muy mala pinta.
Al no corroborar la confianza depositada por la UE en la nueva etapa que se abría en España con el gobierno del PP, tras el calamitoso precedente de ZP, ya no se fía nadie de nosotros. El ejemplo más claro lo hemos tenido con el reciente decreto sobre el sistema financiero, hecho, como el propio Guindos ha reconocido, al dictado de Bruselas, que supone de facto una expropiación virtual de nuestros bancos y cajas empezando por las entidades más débiles; situación que debe hacer tentarse las ropas también a las poderosas. No en balde es muy significativo que hasta para el Santander y el BBVA, dos de las entidades financieras más y mejor capitalizadas de Europa, estén cerrados los mercados financieros mundiales.
¿Qué hacer?
En primer lugar dejar de insistir en “La Marca España” y tratar de recuperar la fiabilidad, sin la cual estaremos garvillando agua. Y valentía y determinación para imaginar, definir y cimentar la España que necesitarán nuestros hijos; la futura marca.
Mientras, si el rescate duro del sistema financiero ya es una realidad tangible, y el de uno menor y supuestamente blando para España, inevitable, pues tratar de cumplir inteligentementecon los obligados compromisos que conlleven. Las lamentaciones ahora son tan inútiles como arriesgadas otras invectivas que pululan por ahí; suspender pagos, por ejemplo. Rajoy y su partido deben demostrar de una vez con hechos que son conscientes de la difícil hora que atravesamos y de la responsabilidad que adquirieron en superarla.
El PP y el PSOE deberían unir sus empeños como un equipo nacional, y no chirriarse como una banda. Las grietas de España necesitan una reforma radicalmente profunda, pues se ha demostrado que el Estado nacido de la Constitución del 78 se ha agotado sin remedio. Más grave que una crisis económica es la pérdida de demasiados valores éticos en nuestra sociedad. El primero es el de la responsabilidad colectiva de quienes hayan ocupado algún puesto relevante en los últimos diez años; pocos son inocentes. Y el último el de cada uno de nosotros cuando nos creemos con derecho a todo. En medio quedan la ineficacia e ineficiencia y el mal uso dedeterminadas estructuras políticas, jurídicas y sociales; y tantos golfos como inútiles a los que habría que pedirles todas las cuentas del mundo, y que pagaran inexcusablemente por ello.
Aunque, como seguramente pensaría Sanahuja: “ tan profundas grietas y la falta de grandeza de tantos responsables públicos inoperantes en su mediocridad, no dan para optimismos”.