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Las jugarretas de los cuacareños al emperador Carlos V

Publicado el 29 septiembre 2013 por Cayetano

Las jugarretas de los cuacareños al emperador Carlos V

El Monasterio de Yuste hace un par de años

Carlos I de España y V de Alemania, el emperador que pasó a la historia entre otras cosas porque su madre Cuacos. Juana la Loca lo parió en una letrina, tuvo su última "batalla" o, mejor dicho, su último quebradero de cabeza con los vecinos de la localidad de

Cuacos es un pueblecito de la comarca de la , provincia de Cáceres, que está a menos de dos kilómetros del Monasterio de Yuste , lugar de retiro del emperador tras su ajetreada vida. Poco más de año y medio pasó allí hasta que falleció el 21 de septiembre de 1558.

, cansado y deprimido, había abdicado en su hijo Felipe II y sintiendo que su fin estaba cercano decide trasladarse desde los Países Bajos a un lugar retirado para hacer vida monacal. El lugar elegido fue un monasterio tranquilo y apartado regentado por monjes de la orden de san Jerónimo.

A los naturales de Cuacos - Cuacos de Yuste es su denominación correcta- se les conoce popularmente con el calificativo de "los perdonaos" , porque según la tradición oral, el emperador les tuvo que perdonar en más de una ocasión por las jugarretas que le hicieron. Y es que éstos de eran muy suyos.

Ya de por sí, el de Gante no levantaba demasiadas simpatías entre muchos españoles. Eso de que bebiera cerveza y no hablara español más que con Dios, mientras reservaba el alemán para comunicarse con su caballo y que se rodeara siempre de un séquito de gente extranjera...

Se dice que unos cuacareños se apoderaron de algunas de las vacas suizas del emperador porque se metieron a pastar donde no debían. También parece que alguna vez los lugareños robaron las truchas que se criaban por allí y que iban destinadas a la real mesa.

Según cuentan los del lugar, el bastardo Juan de Austria , más conocido como , salía por el pueblo más de una vez a darse una vuelta y tuvo algún encontronazo con los chavales del lugar. Una vez parece que fue apedreado porque se dedicó a coger unas cerezas y resultó que el cerezo tenía dueño. El caso es que el chico subía llorando al monasterio y el padre, más cansado que enfadado, decía para sus adentros:

"He peleado en mil batallas en Europa. Me he enfrentado a turcos y franceses. He soportado a virreyes que me la jugaban en las Américas a cada paso. He luchado contra los protestantes y, por si fuera poco, sufro ataques de gota que van a acabar conmigo... Y ahora que me retiro en mis últimos días para llevar una vida tranquila y en paz ¿me voy a tener que enfadar con esta gente de aquí que al fin y al cabo son los que me suministran la carne y el aceite?"

Así que Carlos V en vez de pedir a su hijo Felipe, que para eso era ya el rey, que le mandara una cuadrilla de arcabuceros para escarmentar a los del lugar, prefirió mirar para otro lado y perdonarlos.

(*) Reflexión imaginaria. Los pensamientos no sé en qué idioma los haría. En español no creo.


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