Vive en la plaza Dª Elvira y aunque este invierno ha sido duro, las noches y los días para ella ya no existen más que en las regiones hiperbóreas del Guerrero Norte . Rodeada de ese aliento intemporal que desprenden los muebles y objetos, ha conseguido desprenderse de todo."Abandonadlo todo.Los pretéritos y los presentes. Los deseos que enturbian las fotografías de los días y rompen el aire en mil pedazos.Abandonad a los amantes que dan la vuelta a las páginas del libro de las horas y espantan las últimas moscas que naufragan en una gota de sol.Abandonaros a un nuevo comienzo, a un encuentro.Son despertares, árboles de cabezas rubiasque trenzan sus hojas bajo la lluviamientras que al ángel de la mañanale castañean los dientesy se le duermen las alas".
Algunos seres como Irina conservan siempre el secreto de la atracción irresistible y por haberse fraguado con eso que llamamos conciencia universal, o, si se prefiere, por saber recoger sin violentar ni manipular su sentido, las palabras que caen de la "saliva de lo que no se dice ni se nombra".Muy ingenuo será el que por haberla escuchado tocar un día el piano, pensar que podrá descifrarla. Si rápidas y virtuosas fueron en su juventud sus manos su acrobacia y agudeza mental es aún más delicada y compleja.
Con cautela, hay que saber hablar con ella sin sobresaltarla, sabiendo darle la importancia justa al método de contacto elegido por ella para acercarse a nosotros. Irina no necesita la ayuda de las palabras ni de los recuerdos, sabe que la música está suspendida en el aire como moléculas de polvo sin posibilidad de posarse.Olof, su gato, a menudo estornuda con una melodía de Chopin.
Una vez la vi inclinarse sobre la mesa y apoyar su delicada cabecita blanca sobre la superficie
pulida de roble. Azorado pensé que le vencía el sueño, y, sin embargo, se desplomó aún más sobre la mesa e hizo el simulacro de nadar.- Nadaré esta noche con los peces.- ¿Podrás respirar bajo el mar?
- Sí, cada noche pongo mi corazón en un vaso de agua.
- ¿Irás muy lejos?
- Depende de ELLA
- ¿Quién? ¿ELLA?
- La mujer que tiene una boca en un pozo.
(E hizo sonidos guturales imitando el gotear de algo cayendo en la profundidad... el vacío.)
Me quedo callado. Me doy cuenta que la ausencia de música también es una música... una melodía inacabada pero gestándose en alguna parte. Irina me mira y sonríe. Le beso las manos. ¿Cómo podemos darnos cuenta la mayoría de los profanos, que una melodía se convierte en fuente de misterio después de no haber sido durante mucho tiempo más que una especulación sobre el misterio? Sólo los iluminados consiguen devolver la música a su auténtico destino.
Pura emoción cuando la oigo deslizar sus dedos sobre el piano...
Cae la tarde/despacio y lentamente/sobre un álamo que aletea./Sin humos, balanceante, pasa el viento su incensario./Lo que creímos que era el cantar de los grillos/ era el ring ring de alegres bicicletas./Cae la tarde como siempre/sin darnos cuenta/ligero velo o mortaja sobre nuestros cuerpos vigilantes./Cae la tarde, sin aliento/desplomada por el aire/como un ave al que hieren/por sorpresa/.../
Irina vive atada al duermevela, asomada al fondo del sueño. Y aunque viene de tierras frías como mi madre, su leve peso lo constituyen moléculas crujientes de nieve, esa latitud de donde nace la luz blanca. Golpetea la lluvia sobre las ventanas pero ella no aparta los dedos del piano... corretean los niños y los paraguas inesperados. Pienso en tus pies descalzos que calentaré con mis manos.. pequeños charcos sobre los huecos y adoquines recolectan la lluvia en bolas diminutas. Imagino peces rojos y urbanos viviendo en esos huecos de la calzada
Pasan seis bicicletas y sus grillos metálicos las alejan.
Se desmelenan hilos de agua.
Llueve sin consuelo
pero el te calienta mis manos.
Dentro. Las cortinas de algodón teñidas con té, sedas encajes, epidermis superpuestas. Dentro, han muerto los perfumes y las flores cohibidas por nuestra presencia se evaporan como el incienso.
Oigo una nueva melodía... te pienso ¿recuerdas?
Mi cuerpo puse en la tierra, tierra en el vientre,
tierra que descubre su raíz más honda,
la tierra más desnuda del amor.
Tus manos y tus pies en la tierra buscando,
escarbando,desenterrando
como busca el amor un corazón hasta devorarlo.
¿Recuerdas? sólo quedan los pasos.
Olof, se encarama de un salto sobre la estantería y comienza a afilarse las uñas sobre el lomo de un libro de Kafka...
Mi estancia ha terminado.