Día 29 desde que el bicho me pescó. El bicho es marrullero, deja que te confíes para volver al ataque. Me soltó toda la mañana. Me sentí curado. No tuve ninguna molestia. Sentía que ya mis malestares eran historia. Me sentía tan bien que hasta hice ejercicios en el patio de la casa, por unos 30 minutos; troté, salté, corrí; de estos ejercicios, hice movimientos suaves combinados con movimientos rápidos.
Desde el hueco donde faltaba la ventana en la vivienda de la tía, mi muchacha me veía; tenía una mirada alegre y sonreía.
Era un buen día, sin duda.
Sudé y no me importó que el aire me golpeara; me creía protegido: traía dos playeras abajo y encima el chaleco de rojos vivos.
Feliz termine mi rutina. Después, ya sentado en el sillón, metí trapos debajo de mis playeras para no sentir el sudor empapado en las prendas. Era importante proteger espalda y pecho.
Sentía que todos mis malestares ya solo eran historia.
—Estoy curado —dije, jubiloso, viendo a mi esposa y a mi otra hija, que estaban conmigo en la casa.
Ellas sonrieron. En mi esposa vi otra vez ese brillo alegre en sus ojos.
No sabía lo que aún me esperaba. El bicho estaba agazapado, planeando sus próximos ataques.*Extracto de mi testimonio (de pronta publicación en Amazon): "No se acerquen, tenemos covid. Cómo enfrenté al bicho: relato verdadero"