Pero. Implacable, el tiempo fue pasando...
Se fueron las primaveras que llenaron con alegría los jardines de exuberantes colores y reverdecidas plantas.
Pasaron los veranos que maduraron las cepas rebosantes de racimos, colgando sus uvas, en la añosa parra.
Y llegaron los vientos con sus acostumbrados caprichos de arrebatarle a los árboles amarillas hojas para tapizar con ellas las calzadas.
Y Luego las lluvias jugando traviesas en los toboganes de las canaletas en techos de chapas.
Y corrieron esas aguas tapando los drenajes, con desperdicios de papel y hojarasca.
Y por último los inviernos con sus mantas de frio, arropando el pecho de los seres enfermos que se llevaron despues hacia otros lugares, llenando de ausencias todos los espacios del Jardín y de la casa.
Marta, aún hoy, recuerda ese amor, callado y sereno, encontrando notas negras entre las teclas blancas y esas viejas melodías, desde su piano, aún trepan al aire de la espaciosa sala.
Pero, hoy, las notas con sus dorremifasolasies, son pájaros ciegos… chocando entre las paredes… rompiendo los floreros y estrellándose contra los cristales… buscándolo a él… detrás de las ventanas.
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