Revista Literatura

Las pantuflas azules

Publicado el 03 julio 2011 por Nidael Dore
LAS PANTUFLAS AZULESLAS PANTUFLAS AZULES
Ana, acomodó, una vez más dentro de su bolso, el paquete con las pantuflas azules que esa misma mañana había comprado. Una leve sonrisa acaricio su rostro. Levantó apenas una mirada furtiva por sobre el tabique de su escritorio, para confirmar que él la estaba mirando, y era así. Se le hacía difícil, de un tiempo a esta parte, evitarle el a solas. Y no es que sufriera de su parte algo parecido a un acoso. No. No era nada de eso, solamente galantes proposiciones de alguien que se mostraba extremadamente interesado en ella. La jornada laboral llegó a su fin con sus clásicos clic de apagando computadoras, el arrastrar de sillones, cajones que se cierran y urgidos pasos hollando los cuchicheos en un desfile atropellado hacia los pasillos que conducían al ascensor. Esperaba el siguiente, cuando supo que él estaba a su lado. Antes de que le hablara, había reconocido la fragancia de su colonia. Ana, lo miró de costado y lo saludo cordialmente -¡Hola!-Él, mirándola de frente, con una amplia sonrisa en sus labios, Dijo: -¡Hoy no te me escapas!...Me debes el compartir un café. Llevo semanas invitándote. Serías descortés si me lo negaras hoy también.-Inquieta, Ana contestó: -Bueno, está bien. Pero unos minutos, no más…-El ascensor, en planta baja, les abrió la puerta. Cruzaron el hall y ganaron la calle. Al otro lado nomás la cafetería.Sentados en la mesa, él, atraía la mirada de las mujeres allí presentes. Joven, apuesto, vistiendo su traje con la inusual elegancia que ella, hace tiempo, había notado. Adornaba su hablar con un movimiento suave en sus brazos que hacían a sus gestos atractivos y varoniles. -Es una locura lo que estoy viviendo… No puedo seguir así… ¿Porque me sigues rechazando? – El ceño fruncido acompañaba sus palabras.-Tú sabes que no es rechazo. – Dijo ella.- Rechazo es un sentimiento que tú jamás me despertarías. Simplemente trato que comprendas que lo nuestro no puede ser.- Terminó con voz temblorosa y afectada.-Te mereces una vida mejor- Le dijo él, mirándola profundo en los ojos. -Si tan siquiera hicieras el esfuerzo de imaginarte una vida conmigo…- Como mujer esto la hacía sentirse muy halagada. Con un calorcito dentro del pecho. Pero… ¿Cómo decirle…? ¿Cómo decirle que lo que él deseaba no podía ser? Acaso, cuando sobrevino lo del accidente y sus compañeros de trabajo reunían dinero para ayudarla, No fue él quien retiró gran parte de sus ahorros del banco para entregárselos en un sobre como préstamo desinteresado y a devolver como pudiera. Acaso no fue él quien la llevara en su automóvil, incansables veces, al hospital, en los días de ese Agosto que acompañó, esa larga convalecencia, recubriendo con láminas de estaño el azul que habitaba en los cielos y todo el color que tenía en su vida  ¿Cómo decirle…?La voz de él se fue convirtiendo en un eco cavernoso. De a poco se volatilizaba junto a la tenue espiral que, desde la taza del café, ascendía perdiéndose en el aire, hasta casi no escucharla. Ana, revolvió lentamente el líquido oscuro como buscando en su misterio las respuestas que ella misma necesitaba. ¡Cómo había cambiado su vida desde el accidente! ¿Imaginar? ¡Claro que podía imaginar! Cuan distinta podría ser su vida si el “si” que él le reclamaba, fuera una opción dentro de su corazón.Con un leve temblor de sus manos Ana, acomodaba, los terrones de azúcar, que tomaba de la azucarera, unos sobre otros, en un improvisado armado de Lego sobre la mesa. Ensimismada entre tantos pensamientos encontrados. Notó, de pronto, que él la miraba interrogando en silencio, totalmente advertido de su falta de atención. Nerviosa, hurgó por debajo de la mesa, en su bolso, hasta encontrar el paquete con las pantuflas que estrujó fuertemente en sus manos, buscando la fuerza que necesitaba y, mirándolo a los ojos, hizo uso de las palabras que la parecieron menos dolientes y más sinceras posibles.-No voy a argumentar el porqué… Cualquier porque que te pusiera delante te lastimaría, sin que tú te lo merezcas, y nada esta mas lejos de mi intención, que lastimarte. Quiero para nuestra relación, ni más ni menos que, lo que es, una buena camaradería entre dos compañeros de trabajo y la unión de dos personas cuyos destinos se han escrito por separado. Pero que tuvieron la suerte de encontrarse, igualmente, en esta vida para crear y compartir una excelente y sana amistad. Eso y nada más… Otra cosa no puede, ni podrá ser. –Se despidieron en la puerta de la cafetería. Besos, mejillas y un… ¡Hasta mañana! Seco y enronquecido por la gravedad.Ana entró en su departamento y estaba dejando las llaves sobre una mesa, cuando escuchó que le hablaban-Ana ¿Eres tú? –-Si ya llegué- Fue a su encuentro y arrodillándose delante… rompió el papel que envolvía las pantuflas y se las mostró. -¿Te gustan?--Azules… si, me gusta el color.Ana tomo suavemente, cada uno de sus pies, les calzo las pantuflas y los volvió a colocar sobre el pedalín de la silla de ruedas. Luego se puso de pie y sonriendo dejó un cariñoso beso en la frente de su marido.-¿Todavía me quieres?- Preguntó él.-Sí, Amor. ¡Claro que sí!-Si te gusto la publicación vota, más abajo, en el cuadro(+1)También te invito a dejar comentarios. Gracias por tu visita

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