Biblioteca de Santiago nº3. Yo estaba resignándome a no poder leer la obra de Michel Houellebec de manera cronológica (no es que empezáramos cronológicamente, pero luego me propuse comenzar por el principio), en tanto Las partículas elementales, novela que siguió a Ampliación del campo de batalla, no estaba ni en Bibliometro ni en la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, pero como hace poco descubrí que la Biblioteca de Santiago también presta libros a domicilio y que además tiene una gigantesca colección de libros, me dije "acá sí lo tienen", y en efecto, aquí lo tenemos: Las partículas elementales.
Las partículas elementales es un inmenso salto de calidad y de ambición con respecto a Ampliación del campo de batalla, su primera novela, que me gusta y no me gusta a la vez, que me convence a la vez que no, y que no deja de parecerme un lúcido anecdotario de un ejecutivo depresivo desencantado de la vida/sociedad, que, por desgracia, no logra cuajar de manera coherente, en tanto relato, sus ideas en un final que se antoja demasiado abrupto y forzado.
Las partículas elementales es un libro cuya lectura me ha parecido fascinante y magnética. Es una novela en donde podemos identificar los temas que obsesionan, interesan y preocupan a Houellebecq, que de por sí no son nada simples, y los desarrolla en un marco mayor que tiene toques de ciencia ficción y de apocalipsis (ejecutados con una pátina de plausibilidad científica), toques metafísicos incluso, pero sin perder en lo absoluto ese carácter fundamental de cronista de su tiempo, de observador material y humano-conductual, que distingue a Houellebecq, cronista de la civilización que lo cobijó, tan distante y calculador como extraña e inesperadamente compasivo con ella. Con su estilo o prosa impersonal elevado a la categoría de arte, sublimado a lo largo de un argumento cuyo final poco menos que te ilumina y cierra a la perfección la novela, ética y estéticamente, Houellebecq nos cuenta, en esencia, el declive de la civilización occidental, europea, mundial, lo-que-sea, desde lo íntimo desde sus entrañas, lo invisible, lo microscópico que es un individuo en una muestra universal, pero también desde lo macro, desde una visión general y globalizante que parece abarcarlo todo. Se me hace complicado explicarme bien, ja, ja. Digamos que sus personajes centrales son Michel y Bruno, dos medio hermanos muy distintos entre sí (angustias distintas, crisis distintas: Michel es un reputado y respetado biólogo molecular que vive por y para su trabajo, para la ciencia, una persona que no parece humana, desinteresado totalmente de las convenciones sociales, -inter-personales y sentimentales, como si viviera en un lejano punto de observación desde el cual observa, metódicamente, el comportamiento de sus congéneres, identificando y analizando y deconstruyendo sus características, conflictos y problemas fundamentales, y como si su misma inevitable participación e involucramiento fuera un gaje del oficio al que, aún así, se le puede sacar partido; Bruno es un hombre promedio, profesor público, de sueños frustrados y traumas que lo persiguen, en medio de una crisis de la mediana edad, un hombre vacío que intenta llenar su existencia con los efímeros placeres mundanos, sobre todo sexuales, un hombre desesperado de sexo... Vale la pena señalar que estos dos personajes pueden ser versiones algo ficticias de sí mismo del propio autor, en tanto comparte hitos y rasgos biográficos con ambos personajes), cuyas peripecias vitales, que nos son narradas desde que nacen hasta que, bueno, ya verán, reflejan, quizás, por un parte la visión rabiosamente desencantada del autor para con la sociedad francesa y, por extensión, europea y occidental, pero es que también dan cuenta de una honda reflexión sobre la misma naturaleza humana, sobre el carácter esencialmente conflictivo del hombre, sobre la aparente imposibilidad de una redención apenas ilusoria, carácter seguramente acentuado por la acusada decadencia de Europa que el autor no deja de atacar, con virulencia pero siempre con argumentos bien expuestos y lúcidos, en donde tiene presencia preponderante la ciencia y algunos de sus personajes más importantes y significativos que, a su modo, moldearon una forma de pensamiento crítico, que cambiaron el paradigma. Podríamos decir que Las partículas elementales es como un alegato o una apología a un nuevo modo de pensar y reflexionar que, quizás, podría salvar cierta terrible decadencia cultural y socio-política, a la vez que es un singular tratado o relato especulativo en donde la fantasía va de la mano con lo científico.
Y ojo, que para ser un libro escrito con esa prosa impersonal y que al menos la mitad se narra desde la perspectiva distanciada y "no-humana" de uno de los hermanos, Houellebecq trasluce una gran compasión por sus personajes, un esforzado y natural entendimiento hacia sus añoranza y sus pesares, lo que se traduce en una narración fluida, empática, de sus vidas, ya sea de sus amargas derrotas como de esas dulces o milagrosas treguas vitales. Para ser alguien dueño de una mirada algo misantrópica y de una manera de expresarse por momentos bastante virulenta y agresiva, Houellebecq también demuestra gran sensibilidad con respecto a los pensamientos y sentimientos de sus personajes (quizás porque son reflejos y fragmentos de sí mismo, pero la verdad es que también hay otros personajes por los que demuestra gran cariño y compasión, un profundo entendimiento de sus fortalezas y carencias psicológicas y emocionales), dejando que sus vidas corran libres, aunque luego se despeñen terriblemente. No sé si en general me he explicado bien, pero Las partículas elementales me ha gustado por sus personajes y la manera en que se narran sus acontecimientos vitales, por dentro y por fuera; por sus constantes reflexiones que abarcan varias disciplinas y que tienen una mirada tan analítica como impulsiva y rabiosa en ciertos momentos, lo que a la larga lo hace humano; y por traslucir un furtivo pero innegable entusiasmo por los numerosos conocimientos a los que se puede acceder y que parecen estar tan lejos de nosotros debido a esas trabas que el autor identifica y ataca con su particular y singular estilo. Crónica de personajes perdidos, crónica de un descalabro mundial que es a la vez salvación, elogio del método científico y el pensamiento crítico, una maravilla literaria que en sus páginas nos sumerge en una paradoja: lo más solidario que la humanidad puede hacer para consigo misma es abandonarse y olvidar toda esperanza...
En pocas palabras, supongo que vuelvo a lo mismo de siempre: Houellebecq me parece, debajo de ese personaje de provocador y polemista al que no hay que hacerle mucho caso a menos que se quiera entrar en el vano juego de las disputas, un agudo observador que, en esta ocasión y a diferencia de su primera novela, sí logra darles forma a sus intereses y obsesiones a través de un relato novelesco, con ambiciones literarias logradas maravillosamente. Me siento reconciliado con este autor y con renovados ánimos de seguir con su bibliografía. Ya veremos qué tal.