Las piedras y otras estupideces

“Tropezamos mientras dormimos”

Dicen que el hombre es el único animal que se tropieza en la misma piedra más de dos veces, y tres, y cuatro, y cinco y… Si por nosotros fuera otras mil veces más. Sabemos que aquello es malo, sabemos donde se encuentra con exactitud dicha piedra y aún así como animales sin cerebro, como las pobres gallinas a las que quitan la cabeza y la dejan correr libremente… Volvemos a tropezar, a caer, a dañarnos de tal manera que cuando ocurre a pesar de que una voz interior te avisa con luz roja: “te lo decía, estabas avisada”, no puedes más que enfadarte contigo misma y hacerte recordar que la próxima vez no se debe de hacer eso. Pero una cosa es que “no se debe”, y otra muy distinta es lo que hacemos finalmente…

Cuando nací debe de ser que decidieron que mi cerebro no aceptara del todo aquello, y así me ocurre que un año más después de… ¿3 veces? Vuelva a caer de lleno, no falla, aparece la coincidencia y yo caigo en la trampa como si fuera un ratón hambriento de queso. Y yo me pregunto si algo falla dentro de mi, no es posible que sepa lo que hay y aún sabiendo decida seguir…

En ese momento sabía que la pasión siempre habla, que las promesas se las lleva el viento, que es un cobarde y a pesar de que sabe lo que quiere decide agachar las orejas como un perro y dar marcha atrás. Estoy cansada, y ahora si que es verdad, ya he escuchado tantos tantas y tantas tantos que cuando lo escucho no puedo mas que sonreír y hacer que me trago el anzuelo, aunque se la maldita verdad. Que tiene miedo, lo se. Que tengo miedo yo, seguramente mas que él. Que le gusto, lo sé también. Que es inevitable esta maldita atracción que no tiene nombre y que me lleva a los mil demonios también… Pero lo que mas me preocupa de todo esto es que cuando le vuelvo a ver parece que lo anterior nunca existió.