“Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida,
Y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas,
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.”
Canción de las simples cosas – Armando Tejada Gómez
Volver. A los lugares que amó la vida. Donde amamos juntos la vida. Al lugar donde las tardes de domingo nos encontraba degustando millones de sabores. Otoños incandescentes, con las copas amarillas de los árboles acaparando la atención desde las ventanas de la casa del barrio de La Boca. Vos sentado en la diminuta cocina, con las piernas cruzadas; mirando cualquier cosa y yo armando algún menjunje que fuera glorioso para tu paladar. Saber lo que te gustaba, imaginarlo, crearlo; sorprenderte con nuevos gustos y nuevas caricias. Reír sóla, contagiarte, reír juntos. Amar tu sonrisa. Conocer el universo de tu rostro, tus muecas, conquistarlo. Pasar el dedo por tu frente y bajar hasta tu nariz.
Volver a batir los huevos. Decidir hacerlo, y sacarlo del horno como si fuera un regalo cósmico, hacerlo realidad en tu boca que luego se juntaría con la mía creando nuevos elixires.
Jugar a la casita, dormir la siesta, salir al patio, salir a dar la vuelta al perro, salir a pasear al perro. Acostarse y hacer eterna la guerra del amor entre las sábanas. Bañarse juntos, y volver a calentar el agua para el mate, volver a calentar los cuerpos, volver a calentar el agua del termo tanque. Volver a acostarse y esperar al próximo domingo. El próximo tal vez saldremos a amarnos más.
Círculo eterno, circuito continuo, el río que nos lleva pacientemente a nuestro propio cause. El amor finito, infinito, eterno, dolido, amoroso, que perdona, las risas, las lágrimas, el abandono, el desencuentro. Mis ojos no queriendo abandonar nunca los tuyos, sabiendo de antemano que tendría que hacerlo. Suplico. Estoy de rodillas. Dolor. Dolor en las rodillas y en mi pecho. Te quiero siempre, pero sé que no lograremos alcanzar esa ridiculez de traspasar el tiempo.
La casa está hoy habitada por otras almas. ¿Habrá quedado algo de nuestro espíritu colgado en esas paredes? ¿Estará aún la puerta hundida por una bronca tuya no contenida? El árbol de la esquina está con su copa mitad desplumada, mitad habitada, como yo.
Se acaba el otoño, y el invierno promete arrullos solitarios con largos feriados envueltos en una bata de peluche rosa. Perdón mi vida, por no haber sostenido los sueños de juventud para transformarlos en realidad. No vuelvas, no mires atrás; porque donde se amó … se sufrió, y a estos lugares no se debe volver jamás.
Patricia Lohin
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