Revista Diario

Las tardes de mi infancia

Publicado el 12 diciembre 2011 por Negraflor @NegraFlor_Blog

Por aquellas cosas de cumplir años, y por aquello de comparar la programación infantil de cuando yo (y tú, seguramente) era pequeña, me ha dado por pensar en cómo eran mis tardes cuando yo era una niña. Ya te dije que cumplir años me pone nostálgica. Y en el arrebato que me ha dado esta vez (que cada vez me da por uno diferente), me he puesto a recordar cómo pasaba las tardes yo cuando salía del colegio.

Yo iba a un colegio religioso y femenino de Vilanova i la Geltrú, pero tenía que desplazarme al pueblo de al lado, Les Roquetes (a unos tres quilómetros de distancia), donde mi padrastro tenía una tienda, porque vivíamos en una urbanización que empezaba a desarrollarse (te lo conté aquí), a la que no llegaban los autobuses interurbanos. Por no pasarme la tarde entera aburriéndome en la tienda, me quedaba en casa de mi tata, la señora que me cuidaba desde pequeña, y que también vivía en Les Roquetes. Así que yo, con ocho años, salía del colegio, me iba hasta la estación y cogía el autobús (sola) que por aquel entonces valía cincuenta pesetas. Bajaba del autobús, cruzaba la calle y ya estaba en casa de la tata.

Imagen de mansillaquetepilla.wordpress.com

Al llegar, merendaba (recuerdo especialmente las rebanadas de pan con mantequilla y azúcar, y el vaso de leche -Letel- con colacao) y veía a Espinete, Don Pimpón, Chema y Ana en Barrio Sésamo; a Muzzy… y después hacía los deberes (que siempre tenía un montón, porque en mi colegio, otra cosa no, pero deberes, tantos como quisieras)

Lolo, el marido de mi tata, tenía su sillón al lado del balcón, y dividía su atención entre lo que pasaba en el televisor y lo que pasaba en la calle. Cuando yo acababa los deberes, me sentaba a su lado y jugábamos a ver pasar los coches y acertar las marcas y los modelos de todos los que pasaban. O elegíamos un color (blanco, rojo…) y cada uno “se quedaba” todos los coches que pasaban y eran del color elegido.

Otras tardes me sentaba en el sofá del comedor, con las Nancy de F., la hija menor de mi tata -que tiene diez años más que yo-, y me dedicaba a vestir y a desvestir a aquellas dos muñecas, que F. conservava muy bien cuidadas, así que yo las trataba con sumo cuidado, por que no se rompieran.

Después tocaba cenar, viendo La Hora de Bill Cosby, y ya esperaba a que mi padrastro y mi madre vinieran a buscarme, para ir para casa. Recuerdo aquellas tardes, ahora, con mucho cariño.

Eran tardes muy familiares. Tal vez no es la típica estampa, porque no pasaba las tardes con mi madre y mi padrastro; de hecho casi todas las anécdotas que tengo de la infancia son con mi tata, su marido y sus tres hijos. Porque ellos han sido también mi familia, igual que los padres de mi tata, el yayo P. y la yaya D., que ejercieron de abuelos para mí. Así que había tardes que la tata y yo íbamos a ver a los yayos. Y entonces la tarde me la pasaba jugando al dominó con el yayo P., porque intento hacer memoria, pero no consigo ubicar un televisor en aquel salón. Pero no hacía falta la tele. Eran tardes divertidas.

¿Recuerdas las tardes de tu infancia?


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