No necesitamos ni la mitad de las cosas que acarreamos encima a diario: recuerdos, miedos, fotos, ropa vieja, juguetes, preocupaciones, compromisos.
Facebook, Twitter, Instagram, etc no te están espiando con fines oscuros. No pasa nada por usarlos. Tampoco pasa nada si me lees y no me dejas ningún comentario. Fuera contratos de fidelidad en blogs. No me voy a enfadar si no te acuerdas de mí, o si se te ha roto aquello que te regalé con todo mi cariño e ilusión. No necesito que vengas a mi cumpleaños, si no puedes. No hay por qué celebrarlo todo, sin excepción. No tengo por qué caerte bien, ni tú fingirlo. No tenemos que estar de acuerdo en todo. No necesito mi jersey favorito desde los doce años. No me hacen falta excusas o explicaciones sin sentido. La casa puede estar desordenada de vez en cuando sin que llegue el Apocalipsis. Perderse, a veces, es la única forma de llegar. En mi cuarto no hay espacio para fotos, cartas, postales, llaveros, posters, viejos mapas, souvenirs, discos, cds, dvds, carpetas llenas de garabatos, muñecos, etc. Pero sí en mi memoria.
Si intentas volver al pasado, (lugares, personas) nada será igual. No somos los mismos.
Si vas a querer a alguien, que sea sin miedo y de verdad.
No eres un fracasado por equivocarte.
No se acaba el mundo si no me quieres.