Revista Diario

Laura

Publicado el 02 enero 2010 por Emibel
LAURA
La cabeza de Laura giraba y giraba siempre en torno a una misma idea. No podía continuar con aquella mala obra de teatro donde la protagonista era la desidia.
Mujer de su casa con dos hijos a su cargo y un marido ausente.
Vivía absorbida por la rutina, desayunaba soledad, almorzaba aburrimiento , cenaba hastío y se acostaba con el vacío. Así, pasaba la vida mientras su cerebro soñaba con ilusiones por vivir, deseos por cumplir y vivencias por respirar.
Era el día del juicio final. Laura ayunó ese día, se miró en el espejo , quiso cambiar el reflejo presente y volver al que algún día quedó grabado en su retina.
Y voló. Respiraba libertad. Soñaba con amar, sentirse amada. Ansiaba acariciar, sentirse acariciada. Hacía ya mucho tiempo que no sentía placer en ningun aspecto de su vida, ni las margaritas tenían ese olor tan especial.
Cortó su melena, se maquillaba, se puso uñas de porcelana. Su vestimenta ahora era sexy, pantalones negros ceñidos a su cuerpo como una segunda piel, escotes prolongados que dejaban entrever sus respingones senos , calzando unos tacones de vértigo. Era madre pero era mujer, por fín se sentía mujer.
Gustaba tanto a hombres como a mujeres y a ella ,ese juego le atraía, aún cuando nadie ocupaba sitio bajo sus sábanas.
Todo era perfecto hasta que la mano acechante del mal y el vacío la poseyó, la ultrajó en silencio, absorbió sus jugos, cerró sus poros y Laura cayó suavemente sobre el húmedo asfalto, un asfalto cada vez más húmedo, tornando su tono grisáceo por una variedad rojiza y caliente.
Pero Laura despertó de esa ensoñación, palpó su cuerpo, sí, era ella; su pelo corto, sus uñas de porcelana, su maquillaje de un tono más claro al acostumbrado.
- ¿Dónde estoy?- se preguntaba. Sentía frío, tenía miedo de aquella oscuridad tan silenciosa.
- ¿ Dónde están mis ropas? Aquélla túnica blanca, ancha, con pliegues marcados no le gustaba.
- ¿Y mis tacones?- se mostraba nerviosa. La túnica le cubría todo su cuerpo, hasta sus pies descalzos y helados.
Su nerviosismo desapareció cuando pudo recibir el aroma de las margaritas, ese aroma especial para ella.
Y la tierra siguió cayendo sobre esa fría caja . Y el silencio fué el protagonista de esa mala obra de teatro.

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