Soy un tipo normal y no me considero ni mejor ni peor que nadie. Me asquean tanto los santurrones como los demonios, pero si tuviese que elegir, me quedaría con el infierno. Quizás vaya a él de cabeza cuando esto acabe...
Tengo pareja y, sin embargo, no creo en la fidelidad ni en la monogamia. ¿Eso suma puntos para un pasaje de cabeza al abismo?
Quizás, pensándolo mejor, no soy tan normal. De serlo, dejaría a Laura. No tendría que haber nada que me uniese a una mujer a la que me gusta engañar. Pero lo hay...
Solo le doy el tiempo que me queda después de mi trabajo en la consulta, del senderismo, la bicicleta, los amigos y Rita, mi amante.
Sé que es innecesario hacer esto, pero Laura es esa mujer que te une a lo cotidiano, a lo de siempre, a la tranquilidad que te da no dormir abrazado a la almohada sino a un cuerpo caliente. Laura es la piel que acaricio al levantarme.
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Rita es una fiera en la cama. Laura lo fue un día...
Rita huele a mujer, Laura a almizcle.
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Hoy Rita ha demandado un rato más. Había quedado con Laura para ir al cine. Se ha enfadado. No me ha gustado.
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Laura tiene la piel suave. Amanecer a su lado los sábados y los domingos está bien. Despertar y no tener problemas para echar un polvo está bien. A veces me pregunto si me gusta más el olor a mujer nueva o el olor almizclado y conocido de su sexo.
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Rita quiere más. Laura nunca ha pedido más. Una amante exigente, no de sexo sino de tiempo es algo que no deseo. Cada vez que el reloj corre me acuerdo de Laura. Ella me conoce, ella jamás me exige. Ella está.
Laura sabe de mis demonios, de mi dificultad para comprometerme, de mis problemas de insomnio (solo duermo bien a su lado y por eso siempre regreso a casa).
-¿Por qué aguantas esto, Laura?
-Porque tú también conoces mis demonios... Eres mi cama de clavos.