Lecciones que dejan las elecciones

Publicado el 14 octubre 2014 por Perropuka

 
La Bolivia dolorosamente elemental volvió a hacerse patente, acudiendo disciplinada y sumisamente a la mayor pantomima de nuestros tiempos para otorgar otro cheque en blanco al caudillo. Solo en una sociedad que no ha superado sus taras fundacionales se puede explicar el notable éxito de un liderazgo insólito, prácticamente sin apenas desgaste, a pesar de los innumerables escándalos de corrupción, campante narcotráfico, subordinación de la justicia, atropellos a los derechos humanos, acoso a la libertad de prensa y otras señales claras de autoritarismo. 
En cualquier país mínimamente civilizado, un gobernante de estas características no duraría tanto. Solo en una sociedad ingenua y atrasada (con resabios de salvajismo incluso), sin haber alcanzado suficiente complejidad de su tejido social, y sobre todo un mínimo desarrollo educativo, un fenómeno como el populismo redentor de Evo Morales puede echar raíces y medrar tan a gusto. No otra cosa se puede esperar del país que menos invierte en salud y educación de toda Sudamérica. Bastará con el dato lapidario de que el Índice de Desarrollo Humano este año nos sitúa en el puesto 113 (Plurinational State of, dice bien clarito) a nivel mundial. Hasta el difuso estado palestino con todos sus conflictos intrínsecosy el inhumano bloqueo israelí se ubica unos peldaños por encima de nosotros. Solamente El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Haití, con todos sus historiales de pobreza y guerras internas, figuran por debajo en todo el continente americano. 
Evo Morales es el mandamás perfecto para una nación perfecta, acostumbrada secularmente a obedecer. Espejo en el que se mira un pueblo acomplejado, plagado de sentimientos de inferioridad, supersticioso hasta límites insospechados y esclavo de instintivas pasiones que encuentra en la fiesta, en la veta colorinche del folclore, en la construcción de mitos y otras idolatrías, la consecución de caros anhelos y logros colectivos. Un ambiente así es el idóneo caldo de cultivo para la manipulación masiva, abocada a la configuración de una épica inexistente. País que no ha ganado ninguna guerra, que carga desde siempre el pesado fardo de perdedor, se sacude como de milagro todas sus frustraciones y defectos en menos de una década, al calor de una prosperidad engañosa, para caer mansamente en la trampa del “optimismo histórico”, el soñar en grande luego de despojarse súbitamente el manto de país menesteroso. Ahora ni siquiera se pisa la tierra, tenemos la vista clavada en las estrellas (“tu satélite, tu estrella”, reza un eslogan), creyéndonos el disparate de que pronto seremos potencia continental, capaces de disputar el liderazgo a las naciones desarrolladas, para mayor candidez. En cualquier país normal sonaría a chiste pero increíblemente, con toda solemnidad además, cuela en el imaginario de un país anecdótico como este. 
Cómo seremos de anecdóticos que la prensa internacional no cesa de calificar de “anécdotas” el cúmulo de irregularidades que se han suscitado durante la contienda electoral. Empezando por el “pequeño error de imprenta” que la papeleta de votación llevase el rótulo de “Estado Plurinominal” luego de haber pasado, se supone, por la lupa de las autoridades electorales, lo que da una idea clara del nivel de formación de estos burócratas, que no son capaces ni de ser gramaticalmente correctos (ver imagen encabezado). A esto sumémosle las numerosas denuncias de gente que fue a votar y se encontró con que otros habían sufragado en su nombre, o aquellos que no figuraban en las listas de su correspondiente mesa de votación pese a la certificación del padrón biométrico vía web, u otros que se encontraban con la noticia de que sus nombres figuraban en las padrones de otros municipios. En fin, que incidentes graves como la quema de ánforas en el patio de un colegio o el manipuleo de material electoral en la tienda de una notaria habían sido otros rasgos de folclore electoral. Como de anecdótico es también el silencio del Tribunal Supremo Electoral, que dos días después ni siquiera es capaz de ofrecer resultados parciales, alimentando la sospecha de un posible fraude destinado a otorgar los dos tercios anhelados que persigue el oficialismo, ya que su victoria está plenamente garantizada. Es inadmisible que en pleno siglo 21, con toda la tecnología a mano, se tenga que esperar una semana para conocer los resultados oficiales. Al final, hacemos votos para que los medios extranjeros, llegado el momento,subrayen también como anecdótica la posesión de un presidente inconstitucional jurando sobre la Constitución en enero del próximo año. 
Y hablando de resultados, sucedió lo que hace algún tiempo se venía vislumbrando: la victoria de un cacique aymara en tierras orientales, paradigmático el ejemplo de Santa Cruz, otrora la plaza fuerte de la autonomía y del rechazo contundente a las políticas hegemónicas del gobierno andinocentrista. A pesar de que en años anteriores el régimen usó todo su arsenal mediático, político y judicial para humillar y perseguir a la dirigencia de esa región, tildándola de separatista y traidora por decir menos; esa misma elite actualmente va del brazo del gobierno, abanderada por su empresariado, olvidando toda la afrenta y el supuesto orgullo regionalista que decían tener. No solo entregaron el alma por unos tristes dólares sino que se bajaron hasta las bragas, simbólicamente expresados en la entrega de sus reinas de belleza para que bailen del brazo del nuevo amo. Aquella imagen de que los cambas eran diferentes, de carácter indómito y, no pocas veces, de armas tomar, había sido otro pintoresco mito. Aquel supuesto otro país que con aires arrogantes y menospreciantes nos echaban a menudo en cara a los occidentales o “collingas” no había sido más que una vulgar mascarada, otra pose hueca. Los cambas habían sido tan bolivianos como el resto, con todos los rasgos sociológicos que la bolivianidad atesora en los genes, qué duda cabe.
Que sí, que la economía del país va viento en popa, -repiten los diarios y televisiones de medio mundo- , que los datos macroeconómicos son los mejores de la región al extremo de afirmar que casi no hay desempleo y, sin embargo, todos pasan por alto el dato no menos importante de que estamos ante una economía precaria, netamente informal que alcanza cotas cercanas al 80%, con la mayoría de la población sobreviviendo en el subempleo, el apogeo del trabajo infantil, la inseguridad jurídica y un aumento preocupante de la criminalidad. Tierra de Jauja han hallado los grupos al margen de la ley, que se relamen de gusto ante la ausencia de estado que ponga coto a sus actividades ilegales como el contrabando y el narcotráfico que camuflan su prosperidad en bienes inmobiliarios. El país es prisionero de una dinámica pasajera, coyuntural e incontrolable que tarde o temprano se desinflará como un globo. El apoyo al caudillo cada vez se parece más a los matrimonios de hoy: el idilio durará hasta que la plata los separe. Mientras tanto, que nos siga aplicando el chicote y pisoteando nuestros derechos en tanto no nos afecte el bolsillo, esa parece ser la idea subyacente. A un pueblo que no termina de satisfacer sus necesidades más apremiantes le tiene sin cuidado y le suena todavía complicado un concepto elevado como la democracia. Fin del misterio.