Revista Talentos
Cerró el libro violentamente pero era demasiado tarde: la lectura le había calado hasta los huesos. Aunque intentó abrirlo por el final, siempre había más páginas. Trató de arrancarlas hasta que, con el cabello revuelto y los ojos enrojecidos, se dio por vencida. Aquel libro prohibido permanecía íntegro e infinito.