En Bolivia, la gente es tan disciplinada que podría faltar a misa o abandonar un funeral con tal de acudir a votar religiosamente. Es cierto, las sanciones monetarias y burocráticas en caso de no hacerlo, pesan pero no tanto. Me animo a asegurar que la concurrencia no disminuiría gran cosa si fuéramos libres de elegir entre ir a hacer fila o quedarnos en casa toda la jornada. Es que nos encantan las elecciones y toda su parafernalia, por algo dicen sus organizadores que es una “fiesta de la democracia”. Así nos han acostumbrado desde hace treinta y tantos años en forma ininterrumpida que prácticamente el ritual se ha convertido en un acto reflejo, de tal manera que ni las moscas y delincuentes faltan a la cita patriótica. Y si no pregunten a las 27 personas, buscadas por narcotráfico, que fueron detenidas en distintos recintos electorales mientras se aprestaban a emitir su voto en el último referendo. Pareciera que el deber moral se impone por goleada a la ingenuidad.
Y así nos metemos en la cabeza que depositar un papelito en las urnas nos convierte en actores decisivos y luego pare de contar y nos olvidamos del asunto. Días o meses después, vemos mansamente cómo instrumentalizan nuestro voto los poderosos de turno, para legitimar todas sus tropelías y darse barniz de democráticos ante el mundo. Y en esto último, el régimen evista ha dado cátedra a todos los gobiernos anteriores acerca de cómo se pueden manipular elecciones a voluntad.
Todo comienza con nombrar vocales a dedo para que conformen un sumiso y parcializado Tribunal Electoral. Todos hemos sido testigos de cómo el aparato comunicacional del gobierno se pasaba por alto las restricciones para emitir propaganda. En resumen, las prohibiciones solo se aplicaban a los que hacían campaña por el No y el régimen transmitía descaradamente todo el tiempo sus actos de campaña bajo la etiqueta de “gestión de gobierno”, amén de que la televisora estatal es de uso exclusivo para el oficialismo. El caudillo y sus secuaces podían utilizar discrecionalmente el avión presidencial y otros bienes del Estado mientras que a un municipio opositor, como ejemplo, le retuvieron un vehículo que llevaba material de campaña y arrestaron al chofer al instante. Ni con tanto bombardeo mediático ni con tantas ventajas pudieron convencer a la ciudadanía que, al contrario, se asqueaba paulatinamente.
El día del referendo se cometió toda suerte de irregularidades para favorecer al oficialismo. No fueron hechos aislados como se ha pretendido minimizar sino más bien pequeños actos fraudulentos bien planificados. Menudearon las denuncias empezando por el repentino cambio y, sin previo aviso, para que a muchas personas del área urbana les quedara lejos sus centros de votación; en algunos recintos no se abrieron mesas intencionalmente a la hora estipulada con la excusa de que no había llegado el material electoral y así provocar la retirada de muchos votantes; en otros sitios fueron descubiertas ánforas con papeletas marcadas con el Sí antes de iniciarse la votación; en otras mesas no había las actas respectivas y la gente indignada procedió a quemar algunas ánforas y papeletas para que no sean rellenadas en otro sitio; en otro lugar una delegada de mesa del oficialismo fue descubierta con al menos medio centenar de papeletas listas para ser introducidas ilegalmente. Durante el recuento de votos, muchos jurados electorales anotaron en actas los resultados exactamente al revés de lo que se mostraba en pizarra, siempre a favor del oficialismo según publicaron fotos denunciantes, vía celular (demostrando así que no eran accidentales). Más tarde, dos notarias electorales fueron pilladas abriendo actas ya selladas. La mayoría de estas fechorías y sabotajes se produjeron en la ciudad de Santa Cruz, el más importante bastión de la oposición. Días antes funcionarios estatales filtraron una grabación de audio donde un superior les instruía cómo obstaculizar recuentos donde se imponía claramente la opción del No y de esa manera intentar anular mesas.
Todas estas chicanerías fueron planeadas especialmente para el eje central, pues al tratarse de un referendo simple con una sola pregunta, cada voto contaba y era menester de cualquier manera restar los votos contrarios al oficialismo. Las últimas encuestas presagiaban que el dúo reeleccionista iba a sufrir una severa derrota en las áreas urbanas, debido a los constantes escándalos de corrupción y precipitados sin duda por el sórdido affaire presidencial y demás conexiones. Para los sectores rurales no era necesario casi ningún operativo ya que son plazas fuertes del evismo, además de que sus operadores y matones políticos vienen actuando eficazmente desde anteriores elecciones. Como un columnista dijo, que Evo Morales se jactara de que le habían informado que en varios pueblos intermedios y comunidades rurales había arrasado con no menos del 90% era motivo suficiente para parar las orejas de cualquiera, con mayor obligación para los observadores internacionales que parece que vinieron a observar el rostro pintoresco de las ciudades y nada más.
Es evidente que el caudillo tiene todavía un mayoritario apoyo en el campo, sobre todo en las regiones andinas y los valles. Pero al extremo de rozar la votación perfecta es sospechosamente artificial y tramposa. Sucede que el fenómeno es resultado de una férrea dictadura sindical que tiene controlados y amedrentados a los habitantes de pequeños poblados donde todos se conocen. Así a los dirigentes les resulta sencillo contabilizar cuántos votos deber reunir cada comunidad. Los resultados milagrosos no se dejan esperar con mesas donde se dan cero cifras de absentismo incluso. A este voto masivo y militante se le denomina eufemísticamente como “voto comunitario”. Pobre de aquel comunario que se aparte del redil, puede ser despojado del cupo de agua para riego u otro beneficio agrícola, sancionado con fuertes multas y/o sufrir la humillación del chicote en público. Los caciquillos del masismo han reemplazado la figura del patrón que exigía sumisión a los labriegos que tenía a su cargo. El viejo y odioso sistema feudal no ha cambiado mucho para los campesinos e indígenas que siguen convenientemente manipulados como en los años cincuenta cuando gobernaba el MNR de Paz Estenssoro. El MAS se parece cada vez más al MNR dicen los viejos entendidos.
Y ni hablar de las periódicas caídas del sistema operacional de la página web oficial, como si todo hubiera sido programado, no puede haber excusas de sobresaturación para un país con tan pocos habitantes donde ni el veinte por ciento de la población tiene acceso a internet. Fuera de eso, el lentísimo cómputo que sorprendió incluso a la comunidad internacional se presta para diversas interpretaciones. Ni qué decir del padrón electoral que está plagado de anomalías donde miles de electores duplicados pululan en sus listas y otros tantos de personas fallecidas continúan en los registros y seguramente votan todavía, que hasta los veedores de la OEA recomendaron una auditoría urgente.
El fraude estaba tan minuciosamente preparado que, de no mediar la vigilancia ciudadana, el seguimiento constante de los medios de comunicación y sobre todo la inmediatez de las redes sociales; el oficialismo se hubiera salido con la suya sin mayores sobresaltos. Los resultados preliminares fueron tan categóricos que hasta casi la totalidad de los analistas coincidieron en que la tendencia del No era irreversible, a pesar de las amenazas y pataletas del vicepresidente que salió a la palestra a ofrecer insólitas interpretaciones que desafiaban la mínima inteligencia, aparte de lanzar temerarias acusaciones de que la “derecha racista” estaba promoviendo el fraude al, supuestamente, querer impedir el conteo de las votaciones rurales. Quisieron volcar la torta a marchas forzadas pero no lo lograron.
Casi tres días más tarde el presidente Morales acudió por fin a reconocer la derrota, aunque a regañadientes y sin mostrar un mínimo de humildad. Más bien se puso a explicar que su famoso “voto duro” había aumentado casi al 50 % y que solo habían perdido una batalla pero no la guerra. Y cuando el caudillo habla así no sirven las metáforas. Aunque dentro de sus cuarteles los jerarcas deben de estar muy preocupados, porque saben que perdieron humillantemente con amplia diferencia, a pesar de los resultados oficiales. Luego que se esfuercen por convertir la derrota en victoria, sin apenas autocrítica y más bien echando la culpa a factores externos como el poder del imperialismo y la guerra sucia de la oposición, suena a preocupante amenaza de que se vienen tiempos más autoritarios y restrictivos. De hecho, ya está casi lista una ley para poner bozal a las redes sociales a título de regulación, similar a los métodos del régimen chino. No en vano, el caudillo acusó directamente de su derrota a estas plataformas, prácticamente las únicas libres en esta época de medios tradicionales enteramente funcionales o controlados por el gobierno.
El futuro pinta poco halagüeño para este país inmerso en sus seculares contradicciones y devorado por sus creencias atávicas que desafían el sentido común. Solo así se puede explicar que estemos gobernados por un inculto megalómano y por un sociópata maquiavélico ("si alguien de aquí a cinco, a diez años quiere venir a quitar el petróleo, la electricidad, pónganse sus cartuchos de dinamita y vayan a botarlos a patadas", arenga en un colegio de Potosí) que, según pasan los días, parecen reírse en la voluntad mayoritaria del pueblo, pues ya circulan rumores de que se están barajando alternativas o “estrategias envolventes” como diría el vicepresidente, para intentar otro asalto a la Constitución y alargar su permanencia en el poder. El caudillo, lejos de serenarse y dedicarse a gobernar de una vez acaba de desafiar con toda arrogancia a los de la oposición a que se animen a pedir un referendo revocatorio. Lo terrible es que no faltarán descerebrados que le sigan el juego.
A modo de conclusión, no obstante los analistas internacionales coinciden en que el populismo está herido de muerte en el continente, y se apoyan en este revés del régimen evista al cual no dudan en calificar como el más exitoso del modelo; sin embargo, hay preocupantes señales de que Morales y los suyos no desocuparán Palacio Quemado por las buenas, como andan pregonando de que no son inquilinos y que han llegado para quedarse. Como está la situación, el referendo, lejos de ofrecer un panorama esclarecedor, más bien ha contribuido a generar un clima de intranquilidad, polarización e inestabilidad política que podrían conducir a nuevas rencillas y enfrentamientos. Todo es posible en este país de las maravillas.
Corolario.- La evada de la ocasión: "Los que votaron Sí, le dijeron sí a Evo y los que No, dijeron: no te vayas Evo".