“Quizás, ver el mundo a través de los ojos de una mujer árabe, de un campesino chino de hace 100 años o un niño brasilero nos ayude un poco a recordar más de lo que tenemos en común”, propone la autora. La lectura, un ejercicio posible para salirnos de nuestra propia perspectiva y ver las cosas desde otra.
«Become someone else», la campaña publicitaria.Por Olivia Sohr
“Transformate en otra persona”, decía la invitación de la campaña publicitaria de una librería, que mostraba como la cara del lector se fundía con la del personaje del libro. Un juego gráfico que captura una de las grandes posibilidades de la lectura: ponernos en el lugar de otra persona. Pensar cómo piensa otro, entender cómo toma sus decisiones y ver el mundo a través de sus ojos.
Es algo que todos recomiendan, “ponernos en los zapatos del otro”, pero puede ser bastante difícil de lograr. La empatía, la capacidad de entender y sintonizar con lo que está sintiendo otra persona, no es siempre fácil. Salirnos de nuestra propia perspectiva para ver las cosas desde otra es un esfuerzo.
Pero las novelas tienen esa capacidad -ver el mundo desde otro punto de vista- sin que sea una carga. Durante horas podemos perdernos viendo el mundo a través de los ojos de un personaje, ver cómo razona, por qué toma ciertas decisiones y cómo lo afectan. Y aunque no estemos de acuerdo, cuando logran transportarnos, podemos entenderlo.
Pero esa capacidad de la ficción, ¿tiene algún efecto en cómo entendemos a otros en la vida real? Hay muchos estudios que se hicieron para analizarlo. En uno de ellos, le preguntaron a un grupo de personas cuánta ficción leían. Esta pregunta es más compleja de lo que parece, porque tendemos a exagerar cuánto leemos. Así que les pidieron que identificaran de una lista de autores de cuáles habían escuchado hablar y les avisaron que había algunos nombres falsos en la lista. Con eso lograron tener una mejor aproximación a cuánta ficción efectivamente leían, según cuántos autores reconocían. Luego les hicieron una serie de pruebas, como definir qué emoción está sintiendo una persona a partir de una foto de sus ojos. Y sí, quienes más leían, tenían respuestas más acertadas sobre las emociones de otros y también tenían mayores niveles de empatía en los cuestionarios que les hicieron para medirlo.
Lo que el estudio no puede definir es qué viene primero: el gusto por la lectura o la capacidad de identificar las emociones.
Lo que sí pudieron determinar en otro estudio -analizando el cerebro de las personas mientras leían- es que la lectura usa los mismos circuitos cerebrales que usamos para suponer los pensamientos y motivaciones de otras personas en la vida real. La literatura podría estar ayudándonos a ejercitar esos procesos para entender lo que le pasa a otros.
En todos los momentos que interactuamos con otros estamos en algún nivel suponiendo por qué actúan de cierta manera y atribuyéndoles motivaciones: No me saludó cuando me lo crucé, ¿será que no me vio o ahora se cree mil y ya no saluda? o ¿Me dió mal el vuelto porque se confundió o me quería estafar? Lo que suponemos del otro es clave. Y en general, tendemos a ser mucho más benevolentes y empáticos con las personas que pertenecen a nuestro grupo, las que se nos parecen de alguna manera.
Pero ver por un ratito el mundo a través de los ojos de otro, puede ayudar a sacarnos algunos prejuicios. En un estudio que se hizo en los Estados Unidos, le dieron a un grupo de personas un extracto de una novela escrita en primera persona sobre una mujer árabe viviendo en Nueva York, a la que un grupo de adolescentes agrede con frases discriminatorias. A otro grupo le dieron un resumen del fragmento y a un tercer grupo un texto informativo sobre otro tema. Después de la lectura, les mostraban una serie de fotos de personas con distintas expresiones en las que tenían que definir si eran árabes o no. Quienes habían leído el fragmento de la novela desde la perspectiva de la mujer se mostraban menos sesgados en su interpretación: no tendían a asociar los rostros más enojados con rostros árabes como sí hacían los otros dos grupos. Leer esa ficción, entender cómo se siente esa mujer agredida, ayuda a acercarnos a ese grupo, aunque sea por un momento.
Quizás, ver el mundo a través de los ojos de una mujer árabe, de un campesino chino de hace 100 años o un niño brasilero nos ayude un poco a recordar más de lo que tenemos en común y le ayude a nuestro cerebro a entender mejor cómo piensan otros. Ejercitar un poco la empatía nunca viene mal.