Revista Literatura

Leo, pienso, observo, trabajo, lucho...

Publicado el 05 marzo 2011 por Marga @MdCala

... y seguiré luchando por crear cuentos tan breves y fantásticos como el que sigue, del que desconozco su autor. Leedlo: ¿Quién no ha sido alguna vez abandonado por su más querido amigo, que ansía saciar su ego? ¿Quién no ha sido alguna vez caballo, perro... o incluso mal dueño? Feliz fin de semana...

En cierta ocasión un campesino, su caballo y su perro caminaban lentamente por una calle polvorienta. Después de un largo recorrido el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en accidente. Todos sentían la fatiga por la extensa travesía realizada cuesta arriba, y estaban sedientos. Quiso el destino que en una curva muy iluminada encontraran un portón de mármol que permitía ver una fuente de donde brotaba agua fresca y cristalina. El caminante se dirigió al guardia que cuidaba la entrada y con su garganta seca dijo:

– ¡Qué hermoso lugar! ¿A dónde hemos llegado, amigo?

– Esto es el cielo, respondió el portero.

– ¡Qué suerte! –exclamó el visitante–. Tenemos mucha sed, ¿podemos pasar?

– Usted puede entrar y beber a su gusto, indicó el cuidador señalando a la fuente.

– También mi caballo y mi perro necesitan agua urgente, agregó el labriego.

– Lo lamento mucho. Aquí no se permite la entrada de animales, concluyó el guardián.

El hombre se sintió muy desafortunado. Realmente tenía mucha sed. Sin embargo, alcanzó a “darse cuenta” de que no podía abandonar a sus amigos. Era incapaz de salvarse solo dejando a sus acompañantes sin ayuda. Decidió no beber y seguir la marcha junto a ellos. Con la sensación dolorosa que le proporcionaba su sed y la enorme fatiga, llegaron al rato a un nuevo sitio. Aquí la puerta estaba semiabierta y permitía ver un sendero bordeado de flores y buena sombra. Un hombre se encontraba recostado, como dormitando, con un sombrero inclinado sobre los ojos.

– Buen día, saludó el caminante. Estamos con mucha sed; mi caballo, mi perro y yo hemos hecho una larga travesía.

– Buenos días, devolvió el saludo solícito el hombre sacándose el sombrero. Hay una fuente en aquellas piedras, el agua es excelente y pueden beber a voluntad.

Los tres saciaron sus necesidades y al retirarse el hombre agradeció:

– Muchas gracias. ¡Qué bien nos sentimos, parece nuestra casa!

– Por favor, vengan cuando quieran.

– A propósito, ¿cuál es el nombre de este lugar?

– Cielo.

– ¿Cielo? Pero si el guarda del portón de mármol me dijo lo mismo.

– No amigo, aquello es el infierno.

– Sin embargo, esta información falsa debe estar creando serios problemas de comunicación entre los visitantes, terribles confusiones.

– Todo lo contrario, le explicó el hombre. El infierno nos hace un gran favor. Allá quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus amigos por salvarse.


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