Letras de más.

Creo que todos, en alguna ocasión, podemos sentirnos identificados con el título de este post: Letras de más. ¿Quién no ha escrito alguna vez algo que nunca debió dejar expreso en un papel o en una pantalla? Aún me arrepiento yo de algún que otro reciente mensaje innecesario…

La lectura de una increíble noticia en el ABC me ha hecho pensar sobre esas cartas que jamás debieron escribirse, y acerca de las que nunca llegaron a su debido tiempo. Sobre las que pensamos y cuyo borrador dejamos en algún cobarde rincón de la mente, y acerca de las que recibimos sin saber muy bien su intención real.

Estando de vacaciones me sorprendió un correo, cuando menos, curioso: alguien que sabía mucho de mí y que yo -sin embargo- desconocía y desconozco por completo. Me hablaba de allá lejos donde corrían los ochenta, y aún vivía soltera y adolescente en mi antigua casa familiar. Recordaba lugares, números y fechas. Días de la semana, incluso. Terminaba el mensaje con cierta melancolía por no haber parado -en su momento- a llamar y haber continuado -sin embargo- su camino…

A pesar de la lógica intriga despertada, la (mala) experiencia en estos temas decidió por mí y silenció mi respuesta, aunque si el escritor me está leyendo, le devuelvo el saludo como hago con todos mis amigos y lectores; ¡faltaría más!  Siempre es un honor y un placer ser recordada tan gratamente por alguien.

En el caso de la noticia se trata de un estadounidense que ha recibido una carta de amor, extraviada desde hace 53 años. La ha leído el  ya ex-marido de la escritora, que -lógicamente- ha quedado un tanto tocado por tan románticas y perdidas letras. Perdidas en el tiempo y en la intención, pues ya se encuentran ambos divorciados… Una vez más la realidad me ofrece la ficción que buscaba y que terminaré relatando.

P.S.: Rubrico el saludo de reencuentro con una foto de estos pasados días, en que visitamos -una tarde- Sotogrande. ¿Quién dijo que lo bueno, si breve, dos veces bueno?  Ay, Señor: ¡cuántas letras de más…!