Explotó la pena, esa que manchaba la ropa,
y se tiñó de rojo el oscuro violín
en el que un día lloraste la férrea canción de ayer.
De ayer y mete cosido,
de ayer no vino y me morí de odio,
de ayer quemando las tardes bajo su sol.
Disfrazada llegó tu vos en preguntas
y en signos y destinos,
llegó cansada de interpretar amaneceres en voz baja,
tu voz se parece a vos y a la carraspera que llama ausencias
y se agita en la impaciencia de ese ayer
que no vuelve a pintarte los labios de miedo y maltratos
un ayer con mordazas,
donde tu decir no era el decir del cielo y la libertad.
Explotó la pena esa que manchaba la ropa,
explotó y se hizo palabra para conjurar la tarde
y poder para gritar memorias de encriptado dolor.